Noticias e información en castellano sobre Bruce Springsteen

Fenway Park, Boston

Tras la épica gira europea de primavera y verano Bruce Springsteen volvió ayer a su país para iniciar una gira de verano en estadios. El concierto inaugural se celebró en el mítico estadio de béisbol Fenway Park, donde juegan los Red Sox.

La banda salió al escenario mientras sonaba «Take Me Out to The Ballgame» en la megafonía, antes de que Bruce iniciara la actuación con «The Promised Land», seguida de «Out in the Street» y las canciones de Wrecking Ball fijas en el set list a diario. «Spirit in the Night» y «The E Street Shuffle» formaron el capítulo dedicado a los primeros discos. La sorpresa de la noche fue otra gran versión de «Drive All Night», así como los estrenos de sendas versiones de «Boom Boom» (John Lee Hooker) y «Dirty Water» (The Standells), finalizando con «Twist and Shout» tras tres horas y media sobre el escenario.

Durante la noche Bruce hizo un par de menciones a Johnny Pesky, el jugador de los Red Sox fallecido esta semana. Durante «Twist & Shout» se proyectó su foto en las pantallas del estadio. Al final de la canción se lanzaron fuegos artificiales sobre Fenway Park, con su destacado e inconfundible marcador verde, conocido como «The Green Monster».

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Bruce Springsteen bate su propio record en Helsinki

Los fenomenales conciertos de estos últimos días hacían predecir que Springsteen se despediría de Europa a lo grande. Desde aquel concierto inicial en Sevilla el pasado 13 de mayo Springsteen ha dado 33 conciertos en Europa, y la despedida en Helsinki superó toda expectativa. Bruce Springsteen y la E Street Band tocaron ayer durante 4 horas y 6 minutos, ofreciendo así el concierto más largo de su historia (el mito de sus conciertos de 4 horas es, ahora sí, realidad). Por si fuera poco, a las seis y media de la tarde (hora y media antes de la hora oficial), y con un tercio del público ya en el estadio, Bruce salió al escenario con una guitarra acústica y ofreció un mini-concierto de media hora, con «I’ll Work For Your Love», «Leap of Faith», «No Surrender», «For You» y «Blinded By The Light».

Fue un acto de agradecimiento a sus fans más fieles. Al acabar bajó hasta la primera fila y estuvo diez minutos encajando manos, charlando, firmando autógrafos y recogiendo carteles con peticiones, para después despedirse desde el escenario dando gracias a todos los fans que siguen la gira. Si sumamos esta media hora de actuación previa sale un total de 4 horas y 36 minutos de actuación en Helsinki.

Pero no todo son cifras y duración. El secreto del artista reside en su enorme capacidad de comunicación y entrega sobre un escenario, y eso no falló en Helsinki, sino que fue superlativo. El concierto «normal» empezó con «Rockin’ All Over The World», el rock trepidante escrito por John Fogerty y que tantas veces ha servido para poner cierre a sus actuaciones, seguido por ese trallazo rock llamado «Night», la eficaz «Out in the Street», y dos joyas: «Loose Ends», siempre apabullantemente hermosa, y la versión del 78 de «Prove it All Night».

Y el concierto duró y duró, y llegaron «Does This Bus Stop at 82nd Street?» (poco frecuente en la gira europea) y «Be True» (el set list original, que Bruce modificó sobre la marcha, incluía «Factory», «Point Blank» y «Candy’s Room»), las siempre bien recibidas «Downbound Train» y «Because the Night», los estrenos de «Light of Day» y «Back in Your Arms» (un temazo soul que se prodiga poco), y una racha de bises extremadamente larga e intensa, con el retorno del «Detroit Medley», el duo entre Bruce y Steve en «I Don’t Wanna Go Home» (canción de Van Zandt que hizo famosa Southside Johnny, aquí interpretada sin banda, acompañados sólo de sus guitarras), ese obra maestra que es «Higher and Higher» (del gran Jackie Wilson), y un bis extra con «Twist & Shout» en pleno delirio, en una noche sin fin que culminó una ya inolvidable gira europea.

24 horas después del concierto la web oficial del artista ha publicado una nota de agradecimiento del director de la gira, George Travis (con datos curiosos sobre la misma) y una galería de fotos del concierto, así como un autógrafo del propio Springsteen dando las gracias a todos sus fans europeos.

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Fotos: Raúl Nieto

Goteborg: la noche que cambió el mundo

by Karsten Stanley Andersen/GreasyLake.org

En mis 24 años de ver a Bruce Springsteen en directo, parece que parte de lo que he estado haciendo es tratar de volver a aquella noche de 1988 cuando aquel joven de 19 años de edad se puso bajo la noche estrellada en un estadio en Copenhague y vio como «Twist and Shout» llegó a su fin con 45.000 personas bailando como una sola alma en comunión.

Antes de anoche había tratado de llegar a esa misma altura emocional más de 50 veces. Con la E Street Band, en solitario, con la Sessions Band, y con la otra banda. Ni una sola vez me fui decepcionado. Muchas veces he quedado empapado en sudor y agotado después de haber pasado por la trituradora de rock’n’roll llamada E Street Band. O en una nube de espiritualidad interna después de un show acústico. Y muchas de esas veces que mi primera reacción espontánea ha sido: «El.Mejor.Concierto.De.La.Historia». No importaba tanto si realmente era cierto bajo cualquier criterio que usemos para valorar eso. Lo que importaba era que Bruce todavía podía darme esa sensación, aunque, en retrospectiva, en el fondo de mi mente yo aún pensaba: «No, en ese primer concierto en 1988 aún hubo algo más».

Bueno, anoche fue diferente. Anoche estaba en una nivel diferente. Es la primera vez que puedo decir con confianza que mi experiencia en el año 1988 ha sido superado. Si hubiera ocurrido hace 2000 años, todavía habría religiones basadas en ella. Y quizá las haya dentro de 2000 años.

Y aunque aquel primer concierto hubiera sido en una noche de verano agradable y cálida como la del espectáculo del viernes, tampoco la consideraría de ese mismo nivel. Fue el diluvio de lluvia que precedió al concierto lo que lo llevó de ser simplemente épico a algo casi bíblico. Cuando menores las expectativas, mayores los resultados. Y estar de pie fuera del estadio bajo ese inmenso aguacero fue uno de los peores momentos que he vivido. Hacinados en la cola para el pit, con cientos de otras personas, incapaz de moverme mientras cascadas de lluvia me caían encima, y todo lo que podía hacer era simplemente baja la cabeza y aceptarlo. Me creó recuerdos de alguna posible vida anterior en las trincheras de Verdún durante la Primera Guerra Mundial. Me estaba cuestionando qué demonios estaba haciendo allí. Estuve a punto de prometer que este sería mi último viaje para ver a Bruce. Poco sabía yo que al final de la tarde sentiría que hubiera aguantado un centenar de esos aguaceros para poder estar en este concierto.

Para cuando comenzó el espectáculo -con más de 45 minutos de retraso, lo cual no contribuyó a animarnos- la lluvia había parado. No importó ya mucho: estaba empapado de arriba a abajo.

Pero desde ese momento todo fue sólo a mejor.

No es una norma infalible, pero para que un concierto sea épico, ayuda bastante si contiene «Lost in the Flood». Basta pensar en el Madison Square Garden, el 1 de julio de 2000. Ayer por la noche, a pesar del tiempo, ni imaginé que podría tocarla, pero cuando Bruce mostró el cartel de un fan a la banda, adquirió todo el sentido. Por supuesto que iba a tocar «Lost in the Flood», porque así era como estábamos, en una inundación. Y fue tremenda. Potente y siniestra, y con ese explosivo solo de guitarra que dejaría incluso a un fan del heavy metal sin aliento y suplicando misericordia.

Otro momento de guitarras calientes fue el duelo entre Bruce y Steve en «Saint in the City», una novedad para mí. Es mucho más ruidosa, cruda y peligrosa de lo que parece en los bootlegs. Fue una impresionante vuelta al pasado, a los garitos de techo bajo de mitad de los 70, a eaa banda de hambrientos y desesperados músicos que tocaban más para sobrevivir que por diversión.


Foto: Xavi Franco (Barcelona 2012)

Antes del concierto de ayer, «Frankie» estaba en la lista de mis cinco canciones favoritas de Bruce. Sigo sin entender cómo pudo dejar esta canción de lado durante tanto tiempo, y haberla tocado tan poco después de su edición en Tracks. Debido a eso, era una canción que apenas mencionaba cuando hablaba de qué canciones quería llegar a oir en vivo. Porque sabía que ni de coña iba a suceder. Así que solía decir que quería oir «Incident» con banda. En realidad, sin embargo, si tuviera la opción, yo elegiría siempre «Frankie» antes que «Incident». Pero, simplemente, no creía que tuviera esa oportunidad. La canción ha significado mucho para mí durante estos años, ya que más que cualquier otra canción de Bruce, describe exactamente cómo soy yo. Su tranquilidad exterior junto a la llama en su interior, tan lleno de luz y sueños y esperanzas. Mientras esperábamos fuera bajo la lluvia, podíamos intuir que la estaban ensayando durante las pruebas de sonido. Eso incrementó nuestras esperanzas, por supuesto, pero por la forma en que iba todo, pensé que era sólo una manera de añadir sal a la herida de estar tan cerca de la experiencia de oir «Frankie» en directo y probablemente ver a Bruce cazar alguno de los letreros pidiendo «Bobby Jean» y tocar ésta en lugar de «Frankie».

Pero lá tocó. Y fue glorioso. Y no fue una versión cualquiera improvisada, una de esas canciones sin ensayar fruto de una petición improvisada como ocurre en ocasiones. Lo quye nos ofreció fue una nueva versión, perfectamente planeada, con una hermosa introducción de guitarra y violín, y un dulce solo de guitarra al final. Y en medio Bruce hizo una pausa, miró hacia el público, donde miles y miles de teléfonos móviles estaban encendidos, y contó una historia sobre las noches de verano en las que acabas solo, sentado en el portal contemplando la noche y mirando a las luciérnagas. Fue el momento más mágico que he experimentado en un show de Bruce. Me quedé fascinado por completo y las lágrimas comenzaron a fluir.

Después de «Frankie», podría haber tocado «Bobby Jean» veinte veces y aún así habría sido el mejor espectáculo que he visto nunca (sin ánimo de ofender a aquellos a los que les gusta «Bobby Jean»). Pero, por supuesto, «Frankie», aun siendo mi favorita personal, era sólo un componente más de la noche especial en la que el concierto se estaba convirtiendo.

Y continuó. «The River» fue un acompañamiento perfecto para «Frankie». «Because the Night» tuvo un solo de guitarra incluso más largo de lo normal a cargo de Nils. Y a continuación, «Shackled and Drawn», la canción de Wrecking Ball que más me gusta en directo, con la promulgación de Bruce sobre los cientos de años de opresión a los trabajadores, con esa forma de arrastrar los pies por el escenario, como encadenado, canalizando en su gesto las voces de los esclavos, de los mineros del carbón y los trabajadores de las fábricas a través de los siglos.

Dice mucho de un concierto cuando «Backstreets» forma parte de él y ni siquiera es una de las tres canciones más destacadas de la noche. Y no fue por falta de pasión. De hecho, puede haber sido el mejor «Backstreets» que he escuchado en persona. Aunque sin llegar a ser «Sad Eyes», todavía incluye un interludio que te para la respiración. El público sueco -al menos donde yo estaba- fue increíble. Silencioso y atento cuando era necesario, ruidoso y participativo cuando era lo requerido. Bruce puede decir a todas las multitudes que los ama, y lo hace, probablemente, pero no hay duda de que en el caso de los suecos hay un vínculo especial. Como danés con complejo de inferioridad ante todo lo sueco, odio decirlo, pero es verdad, son los mejores.

Llegados a este punto cada canción nos dejaba helados, incluso aquellas que no son nuestras favoritas nos llevaban más allá. Nadie entre la multitud tenía ni un atisbo de duda duda de que estábamos viendo algo extraordinario, incluso para el alto nivel de Bruce Springsteen. «Thunder Road», con su explosión de metales al final que la revitalizan; esa eclosión de batería durante la frenética «Born in the U.S.A.», con Bruce instando a Max a crear el ruido más asombroso y maravilloso desde que toda la materia del universo decidió dividirse trece mil millones de años atrás; «Born to Run», incapaz de sonar vieja y rancia, y yo mismo, incapaz de cansarme de levantar el puño al aire gritando a todo pulmón «vagabundos como nosotros, nena, nacimos para correr».

Y luego, tras la obligatoria pero siempre emocional «Tenth Avenue Freeze-Out», el momento que se asegurará la posición de este concierto entre los mejores de Bruce de todos los tiempos. Tras más de 50 conciertos en la gira Wrecking Ball, las estrellas y los planetas se alinearon. El cielo nocturno en el borde del estadio de repente se convirtió en la cara de Clarence mirando desde arriba. Algunos dicen que «Jungleland» debería haber sido retirada para siempre. Yo digo que no estaban allí ayer por la noche o hubieran sentido también lo mismo. ¿Cómo, de repente, la muerte de Clarence parecía haber sucedido para un propósito superior, para que alguien recibiera su testigo simbolizando que nada muere, y seguimos vivos mientras lo que hemos hecho cambie el mundo como un terremoto, como Bruce hace todas las noches, o de un codazo movemos en otra dirección un pequeño y diminuto pedazo del universo, como todos hacemos. El propósito de la gira y, posiblemente, de nuestra existencia, resumido en ese solo de saxofón. Y estás loco si eres de lo que piensa que Clarence no habría estallado de orgullo al ver a su sobrino. Y cuando acabó, Jake, acertadamente, levantó el saxo hacia ese rostro en el cielo y le dio las gracias, a su tío, el Señor del Universo, el Big Man, Clarence Clemons.

«Twist and Shout» le siguió, no porque necesitáramos más, sino porque no puedes terminar un concierto tras una afirmación de vida como la que acabábamos de presenciar. Ha sido el «Twist and Shout» más largo que  he visto desde aquella noche en 1988, una versión inacabable, hasta convertirse en un mundo en sí misma, y bailar y gritar era todo lo que había. El estadio de Ullevi no se rompió como en 1985, pero si lo hubiera hecho, si todas las paredes se hubieran derrumbado en ese momento, no creo que nadie en la multitud hubiera dejado de bailar.


Foto: Point Blank (Las Palmas)

Goteborg #2

Las pruebas de sonido a media tarde prometían: Bruce estaba ensayando «Frankie» y «Where The Bands Are», señal inequívoca de que preparaba cambios para la segunda noche en Goteborg, como suele hacer en todas las ciudades donde da dos conciertos seguidos. Una lluvia torrencial dejó completamente empapados a los seguidores más tempraneros, en la larga cola de acceso al césped. Pero su pena se compensó horas después: a las 20:48 empezaba el que muchos fans consideran ya el mejor concierto de la gira.

«Who’ll Stop The Rain?», con la E Street Band al completo, dio paso a «The Ties That Bind», y ésta a «Out in the Street, «Downbound Train», «I’m Goin’ Down» y «My Lucky Day». De nuevo un inicio sorprendente y apabullante, al que puso la guinda una inesperada y contundente «Lost in the Flood», a petición de un fan.

Y luego llegaron «Saint in the City» («Una canción afortunada, con ella conseguí mi contrato. ¿Quién de vosotros estaba vivo en 1973? –gritos del público– ¡Anda ya! «), con su explosión eléctrica al final, seguida de un estreno esperado: «Frankie», la bellísima balada escrita en 1976, grabada para Darkness y Born in the USA, pero que no vería la luz hasta la edición de Tracks en 1998, y de ahí a «The River», perfecta, estupenda en esta gira, con los sentimientos a flor de piel, enlazando con la romántica, pero furiosa, «Because the Night», en una versión tan encendida que Nils tiene que repetir el solo tres veces ante la insistencia de su jefe.

Llegado este punto el público sabía que estaba ante una noche especial, con Springsteen y la banda totalmente en racha, en estado de gracia, con un set list impredecible (como la segunda noche en París), y la fiesta siguió con «Lonesome Day» y «Hungry Heart», y de ahí al desenfreno de «Shackled and Drawn» y «Waitin’ on a Sunny Day», para de nuevo sorprender con el estreno de «Where The Bands Are», un trallazo de power-pop que raramente toca, en una versión inédita, dedicada a todos los fans: empieza cantando en solitario la primera estrofa, antes de que la banda entre con fuerza y la canción recupere su forma original. «Backstreets», en una versión memorable, impactó con fuerza en un público ya en éxtasis, y de ahí a «Badlands» y la vibrante «Land of Hope and Dreams», cerrando la parte inicial del concierto.

«Thunder Road», ya en los bises, añadió emoción a un concierto ya de por sí histórico, con las habituales «Born in the U.S.A.» y «Born to Run» a continuación y el estadio desquiciado, pero aún llegaron «Ramrod» (poco frecuente), «Dancing in the Dark» y «Tenth Avenue Freeze-Out». Y entonces… Bruce habla de una canción que no han ensayado, que la dedica al Big Man, que Suecia era un sitio muy especial para Clarence… y suenan las primeras notas de «Jungleland», y no hay palabras ya, porque el estadio grita y luego queda en silencio y, afirman los asistentes, las lágrimas del público podrían llenar ríos, porque el momento es el más emotivo de la gira. Llega el momento de Jake, bordando el larguísimo solo, abrazándose a Bruce y a Roy al final, desbordando emociones tras el rugido del público. Demasiado para una noche. Bruce da entonces las gracias «por dos noches sorprendentes, este es un sitio fantástico para nosotros» y pide la guitarra «para mandar a esta gente a casa bailando», antes de poner fin a un concierto espectacular con «Twist and Shout» y «La Bamba».

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Goteborg

El primer concierto en Goteborg se saldó con dos estrenos en la gira («Girls in Their Summer Clothes» y la enorme «Drive All Night», con Bruce poniendo a prueba su garganta y Jake brillando en los solos de saxo), y un arranque espectacular con «The Promised Land», «Prove it All Night», «Cover Me», «Something in the Night» y «My Love Will Not Let You Down» enlazadas sin freno antes de empezar a tocar las canciones de Wrecking Ball. El concierto se extendió con numerosos bises (incluyendo «Rosalita») hasta llegar a las 3 horas y 42 minutos.

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