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clarence clemons

Bruce Springsteen, filmado en Houston en 1975

En 1975 no era muy corriente que alguien dispusiera de medios para filmar un concierto. Mucho menos un fan. Pero hubo uno que armado con una pequeña cámara de Super8 filmó fragmentos del concierto de Bruce Springsteen en el Music Hall de Houston el 13 de septiembre de ese año. Años despúes otro fan, ya con más medios, le ha puesto sonido a la película (originalmente muda), gracias a la existencia de una grabación directa de la mesa de mezclas que ha circulado durante años. No es tarea fácil averiguar qué canción está cantando Bruce cuando se trata solo de fragmentos, y mucho menos sincronizarla con el audio en el momento exacto, pero se ha conseguido y ahora podemos ver y oir ese concierto tal como lo hizo ese atrevido fan desde la mismísima primera fila del teatro.

Las canciones filmadas fueron Tenth Avenue Freeze-Out, Spirit In The Night, Pretty Flamingo, Growin’ Up, The E Street Shuffle, She’s The One, Born To Run, Kitty’s Back y Jungleland.

Bruce Springsteen prepara gira para 2023

El pasado miércoles, 9 de marzo, Jim Rotolo entrevistó al artista en el canal E Street Radio de SiriusXM, como ha hecho en numerosas ocasiones anteriormente. El motivo de la entrevista era el 10º aniversario del concierto en el Apollo Theatre de Nueva York (9 de marzo de 2012), el primero de la gira Wrecking Ball y el primero sin Clarence Clemons. Bruce recordó esa noche como algo especial:

«Fue lo más grande. El primer concierto para Jake y nuestro primero sin Clarence (…) Fue la primera muestra de la nueva encarnación de la banda, cómo iba a evolucionar y cómo sería aceptada por los fans. Fue una prueba para la banda y fue fantástico que fuera en ese escenario. (…) A Clarence le hubiera encantado, por supuesto. Le hubiera encantado que tocáramos allí».

Esa noche el concierto se emitió en directo en E Street Radio y Bruce se aventuró a cantar desde el exterior de la valla del segundo piso, jugándose el pellejo. Del concierto guardó en su memoria un episodio fundamental: «El momento que más recuerdo es el primer solo de Jake, en «Badlands». Al acabar el público estalló en aplausos, y lo tuve claro. Todo el mundo respiró profundamente y supimos que todo iba a salir bien».

Como suele ocurrir, al final de la conversación, y sin ser preguntado, Springsteen sugirió que algún día quizá verá la luz una película de ese concierto. La entrevista acabó con Jim Rotolo preguntando a Bruce sobre sus planes de futuro y en qué estaba trabajando:

«He estado ocupado preparando varias cosas. El resto será una sorpresa, pero he estado liado con varias cosas. Y todo es bueno… Estamos cerrando los planes para una futura gira, y la haremos. Esperábamos salir este año, pero no tuve la confianza suficiente o quise asumir el riesgo de que todo el mundo estaría bien, ¿sabes? Así que lo retrasamos un poco pero estamos organizándolo todo ahora. Veréis a la E Street Band bastante pronto«.

«Están pasando un montón de cosas interesantes en casa y Patti y yo estamos creando buena música. Ella está con su disco, haciendo un gran trabajo y pronto sacará un gran álbum. Así que seguimos ocupados, y todo va bien».

Según fuentes cercanas a la organización de la gira, esta se planea para 2023 en Europa, si no surge nada nuevo que lo pueda impedir tras estos años de pandemia e incertidumbre.

La épica de Springsteen: nuestra crónica del film No Nukes


por Salva Trepat

A pesar de su reluctancia a participar en actos de carácter político, Bruce Springsteen aceptó formar parte de los conciertos No Nukes en 1979 tras la insistencia de su amigo Jackson Browne, uno de los fundadores de M.U.S.E., la organización anti-nuclear formada por varios músicos.

En medio de las sesiones de grabación del que sería su álbum The River un año después, Springsteen se tomó un respiro para dar sendas actuaciones en el Madison Square Garden de Nueva York los días 21 y 22 de septiembre, acompañado de la E Street Band. Hacía sólo nueve meses que había terminado la gira Darkness on the Edge of Town, probablemente la más celebrada de su carrera, con conciertos apoteósicos de tres horas de duración que marcaron época. Las expectativas eran enormes.

Ambos conciertos fueron filmados por un equipo profesional de cine dotado de 6 cámaras estratégicamente situadas alrededor del escenario, tres de ellas justo delante de la zona central del mismo, donde Bruce entraba en contacto directo con los fans, y dos de ellas en los laterales (cerca de Danny y Roy), además de una cámara en el lado opuesto del pabellón que ofrecía un plano general del escenario y el público del Garden. Es precisamente la situación de esas cámaras la que nos ofrece una visión privilegiada de los conciertos, y nos lo hace vivir como si fuéramos espectadores situados justo en la primera fila, con la oportunidad de ver cada detalle de los movimientos de Bruce y su banda.

El sonido, estupendamente remezclado por Bob Clearmountain de las cintas multi-pistas originales, añade más contundencia al visionado. Tras un recibimiento clamoroso, Bruce arranca con la impetuosa «Prove it All Night» y lo primero que adivinamos es que la voz de esa gira ’78 sigue intacta, con Bruce dejándose la garganta en cada estribillo y sonando con la misma fuerza que en esa gira. El solo final de la primera canción así lo demuestra: incendiario. Max, esa bestia de la batería, aporrea como si no hubiera mañana y Bruce no para no un segundo.

Dos segundos de pausa y el aullido «One, Two…» nos lleva a «Badlands». Son cinco minutos de intensidad creciente, con un énfasis vocal endiablado, Roy marcando con fuerza los clásicos acordes de piano y Max, de nuevo, redoblando con más fuerza que nunca. El apogeo llega con el solo de guitarra y los movimientos alocados a lo Pete Townsend (todo visto desde los poquísimos centímetros que separan la cámara del cuerpo de Bruce), enlazando con esa otra fuerza de la naturaleza que era Clarence Clemons, en un solo de una furia incontenible mientras Bruce salta sobre la tarima. No hay pasado ni diez minutos y el Madison es ya un delirio. Parece increíble que tras una versión como esta le quede ni un ápice de voz.

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La épica de Springsteen


por Salva Trepat

A pesar de su reluctancia a participar en actos de carácter político, Bruce Springsteen aceptó formar parte de los conciertos No Nukes en 1979 tras la insistencia de su amigo Jackson Browne, uno de los fundadores de M.U.S.E., la organización anti-nuclear formada por varios músicos.

En medio de las sesiones de grabación del que sería su álbum The River un año después, Springsteen se tomó un respiro para dar sendas actuaciones en el Madison Square Garden de Nueva York los días 21 y 22 de septiembre, acompañado de la E Street Band. Hacía sólo nueve meses que había terminado la gira Darkness on the Edge of Town, probablemente la más celebrada de su carrera, con conciertos apoteósicos de tres horas de duración que marcaron época. Las expectativas eran enormes.

Ambos conciertos fueron filmados por un equipo profesional de cine dotado de 6 cámaras estratégicamente situadas alrededor del escenario, tres de ellas justo delante de la zona central del mismo, donde Bruce entraba en contacto directo con los fans, y dos de ellas en los laterales (cerca de Danny y Roy), además de una cámara en el lado opuesto del pabellón que ofrecía un plano general del escenario y el público del Garden. Es precisamente la situación de esas cámaras la que nos ofrece una visión privilegiada de los conciertos, y nos lo hace vivir como si fuéramos espectadores situados justo en la primera fila, con la oportunidad de ver cada detalle de los movimientos de Bruce y su banda.

El sonido, estupendamente remezclado por Bob Clearmountain de las cintas multi-pistas originales, añade más contundencia al visionado. Tras un recibimiento clamoroso, Bruce arranca con la impetuosa «Prove it All Night» y lo primero que adivinamos es que la voz de esa gira ’78 sigue intacta, con Bruce dejándose la garganta en cada estribillo y sonando con la misma fuerza que en esa gira. El solo final de la primera canción así lo demuestra: incendiario. Max, esa bestia de la batería, aporrea como si no hubiera mañana y Bruce no para ni un segundo.

Dos segundos de pausa y el aullido «One, Two…» nos lleva a «Badlands». Son cinco minutos de intensidad creciente, con un énfasis vocal endiablado, Roy marcando con fuerza los clásicos acordes de piano y Max, de nuevo, redoblando con más fuerza que nunca. El apogeo llega con el solo de guitarra y los movimientos alocados a lo Pete Townsend (todo visto desde los poquísimos centímetros que separan la cámara del cuerpo de Bruce), enlazando con esa otra fuerza de la naturaleza que era Clarence Clemons, en un solo de una furia incontenible mientras Bruce salta sobre la tarima. No hay pasado ni diez minutos y el Madison es ya un delirio. Parece increíble que tras una versión como esta le quede ni un ápice de voz.

«The Promised Land», con intro de doble armónica, supone la primera toma de contacto con las primeras filas. Bruce se pasea por ambos lados del escenario y la zona frontal mientas aulla «blow away the dreams that break your heart», levanta el puño y siente el palpitar de sus seguidores más excitados justo delante de él. Acaba la canción y encontramos el primer incidente de la noche (hasta ahora todo lo visto es del concierto del día 22): un fan le entrega un pastel de cumpleaños. «¡No me lo recuerdes!» grita un Springsteen algo ofuscado pero medio sonriente. A continuación  lanza el pastel hacia el público y dice «Enviadme la factura de la lavandería». Un gesto innecesario en una noche en que tenía los nervios a flor de piel.

Inmediatamente arranca con una versión de «The River» memorable, me atrevería a decir que la mejor que haya interpretado nunca (la que conocíamos hasta ahora era de la primera noche). Bruce la borda. Siente cada palabra que recita, susurra o grita. Pocas veces le veremos tan emocionado (y casi con lágrimas en los ojos) cantando una canción. Eran otras épocas. Danny y Roy se muestran magníficos en sus instrumentos, junto a un hábil Garry Tallent bordando estupendas melodías al bajo.

Para romper la tensión creada, y pidiendo disculpas por el incidente anterior («Ya no puedo fiarme de mí mismo», afirma), llega la festiva «Sherry Darling», de nuevo en su versión original de 1978. Eufórica, excitante, de ritmo contagioso. Los juegos y carreras con Clarence provocan el entusiasmo general, y tras un largo solo de saxo, ambos corren hacía la parte trasera del escenario, para sorpresa de un público ya sobreexcitado que los recibe con entusiasmo. La guitarra de Bruce se desconecta (no había aun tecnología inalámbrica fiable en esa época) y los esfuerzos de su técnico Mike Batlan por re-enchufarla se convierten en una alocada y divertida persecución por el escenario hasta el fin de la canción.

Aquí es donde la película da un salto y nos encontramos ahora en el primer concierto, el del 21 de septiembre, con una espléndida versión de «Thunder Road» (de nuevo, y seguramente adrede, esta versión no es la misma que ya teníamos en la película original No Nukes, que era del día 22). Emocionante, intrépida y bellísima versión culminada, de nuevo, con un extraordinario arranque de Clarence, encaramándose con Bruce a las tarimas situadas detrás de Max, quien sonriente y eufórico golpea con fuerza en el tramo final del tema, mientras el jefe toma carrerilla y se desliza de rodillas por el escenario hasta los pies de Clemons.

Seguimos en el día 21 con la inmensa «Jungleland», y me hace un nudo en la garganta ese largo y memorable instrumental de saxo al final de la misma. Es impresionante, aquí y en todo el concierto, ver la extraordinaria agilidad y fuerza del imponente Clarence Clemons, su complicidad con Bruce en todas las canciones, sus juegos constantes, las carreras, los guiños, la potencia bestial con la que emprendía cada solo hasta llevar cada canción a un estado superior.

La recta final del concierto (recordemos: son sólo 10 canciones y tres bises) es tremenda: «Rosalita» (precedida de una breve introducción con «Stagger Lee») en su versión más acelerada, con presentación de la banda incluida, repleta de momentos de complicidad con su compinche Miami Steve Van Zandt, con quien canta a duo los estribillos. Bruce salta sobre el piano, corre como un poseso hacia los laterales, sube de nuevo a las tarimas y monitores y se lanza sobre la primera fila al acabar la canción. Tremendo. Sin pausa enlaza con la épica «Born to Run», poniendo el cierre a un concierto superlativo.

Foto: Lawrence Kirsch

Una de las cosas más destacadas de estos conciertos es ver a una E Street Band absolutamente compenetrada, una máquina musical arrolladora, contundente y totalmente eficiente, respondiendo a la perfección a cualquier signo o guiño de su líder. Una banda en su máximo apogeo (entonces sí, diga Bruce lo que diga año tras año, gira tras gira), en el periodo intermedio entre sus dos mejores giras: Darkness on the Edge of Town (1978-79) y The River (1980-81).

Y si creíamos que tras tal derroche de energía ya poca cosa quedaría en la reserva, llega la tanda de bises y asistimos con asombro a una exhibición de fuerza, sudor, energía y vigor que nos deja perplejos. Incluso desde el sofá de casa es agotador seguir el intenso ritmo que marca Bruce desde el inicio. Y no, no me refiero a la intensidad de la gira 78, pues allí había pausas y diversas baladas que permitían un respiro (al público, a la banda y al propio Bruce). Es la misma intensidad de esa mítica gira multiplicada por dos, sin pausas y concentrada en 90 minutos arrasadores.

Vuelven al escenario con sorpresas: Jackson Browne, Rosemary Butler y… ¡Tom Petty! (y aquí es cuando uno no puede contenerse y asoma la primera lágrima). «Stay» (día 22 de nuevo), popularizada por Browne en los 70, abre la tanda de bises. La cantan Jackson, Rosemary, Bruce y Tom, una estrofa cada uno. El momento Petty, ¡tremendo!, seguido de un solo de saxo marca de la casa y los cuatro cantando al unísono en el estribillo final. Sin pausa enlaza, con la magia de la edición, con el «Detroit Medley» del día 21. Una apisonadora de rock’n’roll, incluyendo el gag del «aviso de emergencia» habitual en sus conciertos en los 70 (no diré más, hay que verlo).

De regreso al día 22 siguen los bises con «Quarter to Three», un verdadero tour de force donde todo explota: Bruce, literalmente, enloquece y casi vierte más energía en una sola canción que en el resto del concierto. Sencillamente descomunal (¡y agotador!). ¡Qué derroche¡ ¡Qué vitalidad! ¡Este sí que es teatro del bueno!

La tijera del editor se deja ver de nuevo: «Quarter to Three» no está íntegra, ya que se ha eliminado (minuto 1:20:21) el segundo momento embarazoso de la noche, cuando Bruce, con cara de mala leche, bajó a las primeras filas al ver a su ex-novia, la fotógrafa Lynn Goldsmith (con quien había roto un año antes), le agarra el brazo, suben al escenario y Bruce anuncia al público atónito «esta es mi EX-novia!», y la lleva al lateral del escenario para que sea expulsada del pabellón. Un momento bajo para Bruce, ya que le gustara o no, Lynn era la fotógrafa oficial y autorizada de los conciertos No Nukes.

Ignorado el incidente, vemos el final apoteósico de la canción, con Bruce simulando un desmayo, para revivir a continuación tras la asistencia de los «enfermeros» Clarence y Steve, y finalizar el tema con un vigor y una épica como pocas veces se ha visto, con unos minutos de delirio y descontrol absoluto.

Mientras se inician los créditos, y con el público pidiendo más, la acción vuelve al escenario para el que fue el último bis del día 21: una hiper-acelerada versión de «Rave On» de Buddy Holly. ¡Adrenalina en vena para despedirse!

Se acaba la película y estamos exhaustos ante tan descomunal actuación. Un concierto arrebatador que te deja en estado de shock. De visionado obligatorio, The Legendary 1979 No Nukes Concerts es ya mi película favorita de Bruce Springsteen, superando con creces las expectativas y todo lo publicado hasta este momento.

Acabo con las palabras de Jon Landau en la nota de prensa (¡por una vez la hipérbole de un comunicado oficial es real!):

«Los años 70 fueron un periodo dorado en la historia de Bruce Springsteen y la E Street Band, y The Legendary 1979 No Nukes Concerts es el mejor documento de esa era que nunca tendremos. Es un espectáculo puro de rock de principio a fin, el nivel de energía es trascendente y el dominio del arte y el oficio de la música rock es sobrecogedor».

Fenway Park Aug 15, 2012

Volviendo a la puntualidad del primer viernes de cada mes, en Agosto el concierto elegido del archivo ha sido la segunda noche en el estadio Fenway Park de Boston durante la gira Wrecking Ball.

Una gira donde Springsteen recuperó la sección de vientos y Jake Clemons tomó protagonismo como saxofonista principal en sustitución de su tío, el fallecido Clarence Clemons. Curtis King  y Cindy Mizelle, en los coros, y Everett Bradley, encargado de percusiones y coros, completaron la extensísima banda (18 personas sobre el escenario en las noches en que Patti Scialfa estaba presente).

Tras unos meses con un gran presencia de canciones del entonces nuevo álbum, en verano llegó la gira por estadios y Springsteen se abrió a tocar canciones de toda su carrera, desde las más conocidas a las piezas más escondidas y rebuscadas de su extenso catálogo.

El concierto en Fenway Park fue considerado por unanimidad entre los expertos como uno de los mejores de la gira, una de esas noches especiales donde la habitual magia del artista alcanza cotas especiales. Aunque una grabación nunca llega a reflejar con total fidelidad lo que se pudo vivir in situ, a través de esta nueva entrega del archivo sí se percibe lo fantástico de una noche repleta de clásicos, rarezas y momentos únicos.

La noche arrancó con todo el público cantando el clásico del béisbol «Take Me Out to the Ballgame», creando ya un ambiente especial. Bruce abrió con una versión con solo armónica, voz y piano de «Thunder Road», como hacía en 1975, seguida por una retahila de «éxitos veraniegos», con «Hungry Heart», «Sherry Darling», «Summertime Blues» y la infrecuente «Girls in their Summer Clothes».

Además de algunos de los estándares de la gira («We Take Care of Our Own», «Wrecking Ball», «Shackled and Drawn» o «Death to My Hometown») hubo tiempo para clásicos («Badlands», «Two Hearts», «Dancing in the Dark», «Backstreets» -con interludio intermedio incluido, esta vez con una parte de «Dream Baby Dream») y para joyas del pasado remoto («Does this Bus Stop at 82nd Street?», «Thundercrack», «Frankie» o la versión de 1978 de «Prove it all Night»).

También para desenfrenadas versiones de «Knock on Wood» (impecable), «Who’ll Stop the Rain?» (como formidable introducción a la estupenda «Rocky Ground»), «Detroit Medley» e incluso «Quarter to Three» (a buen tempo). Casi nada.

Tres horas y media de las que convencen y conmueven tanto a los fans más exigentes como a los espectadores casuales en busca de grandes éxitos. Win-win.