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Tom Morello irá de gira con la E Street Band

HighHopesJapanbooklet4Según ha confirmado el propio guitarrista, Tom Morello formará parte de la E Street Band en los conciertos de la gira 2014 anunciados hasta el momento, en Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda. Morello, entrevistado en Rolling Stone, afirma que escuchó la canción «High Hopes» (en su versión de 1995) por primera vez en el canal E Street Radio, y sugirió a Springsteen que la incluyera en sus conciertos. Bruce la estrenó durante la gira australiana en febrero de 2013, y la grabó con la E Street Band, junto a «Just Like Fire Would», durante su estancia en el país, en sendos estudios de Brisbane y Sydney. Las dos pasaron a formar parte del proyecto en el que Springsteen llevaba trabajando con Ron Aniello desde diciembre de 2012. Bruce, Morello, Aniello y la E Street Band siguieron grabando canciones durante 2013 en diversos estudios hasta completar el que sería su nuevo álbum, High Hopes, a la venta el próximo 14 de enero.

Se da por seguro que una vez se publique el disco empezarán a anunciarse más conciertos. Los rumores apuntan a una serie de conciertos en Estados Unidos, en pabellones en el mes de abril y en estadios en verano a partir de julio. En medio, posiblemente unos cuantos conciertos en Europa, en grandes festivales.

Resumen de prensa:
Point Blank: High Hopes, saldado deudas
Efe Eme: Primeras escuchas del nuevo álbum de Springsteen
Efe Eme: La no tan rara unión de Bruce Springsteen y Tom Morello
El País: El capricho desacralizador de Springsteen

American Songwriter: Bruce Springsteen, High Hopes
Backstreets: Inside High Hopes
Metro: High Hopes, a wistful collection of covers and old songs
Philly.com: Uneven odds and ends that rock
Rolling Stone: Tom Morello «Springsteen concerts are orthopedically exhausting»
Rolling Stone: Producer breaks down ‘High Hopes’
Rolling Stone: Bruce Springsteen Debuting New Music on ‘The Good Wife’
Daily News: Bruce Springsteen songs will debut on CBS’ The Good Wife
Rolling Stone: Bruce Springsteen on ‘Anomaly’ of New Album ‘High Hopes’: Exclusive
Uncut: Tom Morello: “Bruce Springsteen is the only friend of mine I subscribe to a fanzine about
Billboard: High Hopes Track by Track review
NJ.com: Bruce Springsteen’s ‘High Hopes’ a worthy successor (and companion) to ‘Wrecking Ball’
Washington Post: Bruce Springsteen pieces together one of his best recent albums with ‘High Hopes’
Grantland: Overrated, Underrated, or Properly Rated: Bruce Springsteen
Rolling Stone: High Hopes by David Fricke

Ron Aniello revela cómo se grabó High Hopes

En una interesantísima entrevista con Andy Greene en Rolling Stone, el productor Ron Aniello revela con detalle cómo se grabó el nuevo álbum de Bruce Springsteen y la gran cantidad de canciones nuevas que el artista tiene pendiente de editar.

Aniello interview

Vale la pena leer la entrevista entera. Adelantamos aquí un resumen:

·Bruce llamó a Aniello el 9 de diciembre de 2012 para anunciar que le mandaba una serie de canciones con las que quería trabajar. Eran canciones sueltas que había grabado con Toby Scott en su estudio de Nueva Jersey durante distintos periodos pero que nunca llegó a editar (dos de ellas proceden de las sesiones para The Rising).

·Se grabaron 20 canciones para High Hopes, antes de hacer la selección final. Entre las descartadas están títulos como «American Beauty», «Mary Mary», «Cold Spot» y «Hey Blue Eyes».

·Las canciones se grabaron durante los descansos de la gira 2013. «The Ghost of Tom Joad» se grabó en Los Ángeles, «Just Like Fire Would» y «High Hopes» en Australia.

·Josh Freese (The Vandals, Devo, Nine Inch Nails) toca la batería en «This Is Your Word» ya que Max estaba de gira en ese momento.

·Bruce tiene otras 30 ó 40 canciones que estaba preparando para un álbum antes de que decidiera cambiar de proyecto y editar las canciones de Wrecking Ball (del cual se eliminaron otras 4 canciones en la selección final).

·Aniello está ahora mismo trabajando con Bruce en algunas de esas 30 ó 40 canciones, para ver si acaban convirtiéndose en otro álbum.

Y mientras tanto, siguen adelante los planes de remasterización de los dos primeros discos, Greetings From Asbury Park NJ y The Wild, The Innocent & The E Street Shuffle, la edición de una caja conmemorativa del álbum The River y la planificación de una gira en 2014 en Europa y Estados Unidos, no confirmada aun. 2014 promete.

CBS ha anunciado también que el 5 de enero (a las 7pm) se podrá escuchar ya el disco High Hopes en streaming en su web CBS.com, coincidiendo con el anuncio del estreno, el 12 de enero, del episodio de la serie The Good Wife titulado «We, the Juries» donde se usan 3 canciones del nuevo álbum: «High Hopes», «Hunter of Invisible Game» y «The Ghost of Tom Joad».

High Hopes: saldando deudas

por Héctor G. Barnés, Madrid.

Cuando se anunció la publicación de High Hopes, quedó claro que Springsteen había aprendido la lección de Working on a Dream (Sony, 2009). Si aquel álbum, de carácter inequívocamente menor, fue vapuleado al presentarse como la secuela del furioso y notable Magic (Sony, 2007), Landau y su protegido han decidido apuntar más bajo con esta nueva entrega al ser presentada como un disco de rarezas y versiones, promocionado a través de la versión de Tim Scott-McConnell que da título al álbum. Por primera vez en décadas, un nuevo álbum de Springsteen no se presenta como una declaración de intenciones de su autor, sino como una colección de canciones que, en palabras de su autor, «merecían ser editadas».

Rebajado así el nivel de exigencia, cabía esperar de High Hopes un trabajo irregular pero revelador del otro Springsteen, aquel que queda enterrado bajo las exigencias de la unidad conceptual de cada álbum, y que tímidamente busca ampliar poco a poco su horizonte musical. El mismo que probó a mediados de los noventa con loops en temas como «Missing» y que ha asomado la cabeza ocasionalmente en canciones como «Lift Me Up», «The Fuse», «Paradise», «Jesus Was an Only Son», «How Can I Keep from Singing», «Devil’s Arcade», «Life Itself» o «Swallowed Up (in the Belly of the Whale)», y que aquí es recuperado en una versión ampliada, a todo color, en composiciones dotadas de un precioso brillo melódico.

Es este un Springsteen completamente diferente al de su época clásica (1972-1984), más abstracto en sus letras –imbuidas de la parquedad y retórica religiosa de un Cormac McCarthy– y más aventurado en su música, que ya no busca los beneficios de la interacción de una banda en el estudio como la elaboración sintética de un fresco musical en el que las texturas y los ambientes son más importantes que el giro melódico atractivo o la épica por acumulación. Quizá sea un Springsteen menos brillante que aquel que grabó Darkness on the Edge of Town, pero como aquel, pretende conferir a sus composiciones una cualidad cinematográfica, visual. Y, sobre todo, parece preocupado por proporcionar un nuevo trasfondo musical a las preocupaciones vitales de una persona que ha superado la barrera de los sesenta años.

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Entre el cielo y la tierra

Bruce, la biografía que Peter Ames Carlin publicó el pasado año, recurría a nada menos que al compositor Aaron Copland para definir las grabaciones que fueron desechadas en favor del grupo de canciones que finalmente compondrían Wrecking Ball (Sony, 2012). La sugerente «Hunter of Invisible Game» bien podría encajar en dicha descripción y, con su bucle de cuerdas y su compás de vals, parece emerger del mismo universo que la última trilogía de Bill Callahan. El paisaje dibujado en su letra contrasta con una atmósfera musical plácida y romántica, reminiscente del Van Morrison de los setenta y de canciones de su propio autor como «Valentine’s Day» o «Walk Like a Man».

«Down in the Hole», otra cima del álbum, encaja en esa misma línea entre lo telúrico y lo intimista de «Hunter of Invisible Game». Quizá sea una de las canciones más complejas de la discografía de su autor, que conjuga la percusión industrial con las bases de sintetizador, el falsete a lo Curtis Mayfield y el boom-chicka-boom de Johnny Cash para pintar una viñeta de desesperación vital semejante a la de «Streets of Philadelphia» o «Rocky Ground».

La trepidante «Harry’s Place» recupera al Springsteen que, como ocurría con la familia Sobotka en la segunda temporada de The Wire, identifica el crimen organizado como la deriva trágica de una clase trabajadora en descomposición, algo ya presente en temas como «Murder Incorporated», «Atlantic City», «Straight Time» o «Highway 29». No hay canción más densa en todo el cancionero de su autor que esta, que recupera el ambiente nocturno del soul de los 70 para mezclarlo con la introspección de temas como «Goin’ Cali» o «When the Lights Go Out», pasados por el filtro de los últimos trabajos de David Bowie. Es comprensible que no fuese incluida en The Rising, puesto que «Harry’s Place» toca puntos sensibles del corazón de la vida americana, y aquel era un álbum de Asuntos Exteriores.

«This Is Your Sword» parece inspirada directamente por el repertorio de Pete Seeger que Springsteen rescatase en 2006, y concretamente, por el estoicismo bíblico de «Turn Turn Turn» en la versión de los Byrds. Un pequeño himno folk que se presenta como la otra cara de la moneda de la furia de «Death to My Hometown». En coordenadas semejantes juega la muy radiable «Heaven’s Wall», country-gospel que apela a la unión comunitaria del que tanto gusta a su autor desde los tiempos de The Rising. La sentida «The Wall», una balada de inspiración irlandesa en honor de su fallecido amigo Walter Chichon, encajaría a la perfección entre «Brothers under the Bridge» y «Terry’s Song», y mejora las versiones en directo ya conocidas.

A pesar de su conexión con Steve van Zandt, «Frankie Fell in Love» es lo peor del lote, esa clase de remedo que le sale a Springsteen cada vez que intenta recuperar la inocencia de las canciones más banales de The River, y que como «My Lucky Day» o «Surprise Surprise», termina convirtiéndose en un hueco ejercicio de estilo. El bueno de Steve se merecía algo más.

Viejos conocidos

Hay que reconocer la habilidad de Springsteen para reconocer canciones ajenas afines a su mundo y encajarlas en su repertorio, como hizo en su día con «Jersey Girl» o «War». Es lo que ocurre con el «High Hopes» que grabasen The Havalinas, que aquí suena aún más rotundo que en su primera versión de 1995: un acierto de selección e interpretación. No corre la misma suerte «Just Like Fire Would», que carece de la frescura del original de The Saints y echa a perder la oportunidad de demostrar cómo podría sonar la maravillosa E Street Band Redux en un estudio. Además, goza del dudoso honor de presentar una de las peores interpretaciones vocales de toda la carrera de Springsteen.

Existe cierto consenso en considerar la versión eléctrica de «The Ghost of Tom Joad» todo un hallazgo. Sin embargo, aquí la canción funciona ante todo como un vehículo para lucimiento de Tom Morello, protagonista absoluto de sus dos minutos finales, pura pirotecnia guitarrera que se encuentra muy lejos de la genial sutileza de la versión original. Funcionará en directo cada vez que asome en los repertorios, pero palidece en comparación con otras adaptaciones similares como la de «Youngstown» o «Atlantic City».

Mejor parado sale «American Skin (41 Shots)», que recupera el interesante crescendo final que apareció por primera vez en la gira de 2009. Aunque no suponga una reinvención tan avezada como la de «Land of Hope and Dreams», es comprensible, visto el resultado, que Springsteen haya querido registrar finalmente en estudio esta conmovedora denuncia de la brutalidad policial y el racismo latente en la sociedad estadounidense. Únicamente el solo de Morello perjudica el resultado final, sobre todo en comparación con el menos melódico pero más hiriente que Springsteen aportaba a sus versiones en directo. «Dream Baby Dream» de Suicide, en cambio, sale perdiendo en comparación con la apasionante versión de la gira de Devils & Dust, al perder el carácter hipnótico de aquella.

Errático y agradable a partes iguales, High Hopes sirve, paradójicamente, para hacernos una idea de quién es y quién ha sido Bruce Springsteen durante los últimos 20 años, y quizá diga más de su autor que trabajos muy superiores como Magic o Wrecking Ball. Además, otorga al incondicional media docena de fichas más para completar un puzzle, el de Springsteen, que es mucho más complejo que lo que sus detractores piensan.

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High Hopes: primeras impresiones

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por Julio Valdeón Blanco, Nueva York.

Pocos géneros menos fiables que el de la reseña cocinada en cinco minutos, tras unas cuantas escuchas febriles de un material que necesitaría de más tiempo para sedimentar y ofrecer lo mejor, o peor, de si mismo. Por otro lado si el rock and roll nació con marchamo de inmediatez, si pretendía surfear a lomos de una estrella fugaz, bien está que el crítico apriete el acelerador a la caza de ese fogonazo instantáneo que define los mejores discos. Y así, casi sin pretenderlo, me encuentro frente a High hopes, el nuevo disco de Bruce Springsteen, cocinado en un ataque creativo en las antípodas, de gira por Australia, con Tom Morello supliendo a la guitarra a un Steve Van Zandt que jamás recuperó su papel de consiglieri tras la espantada durante las sesiones del Born in the USA. Nada indica mejor la pérdida de ascendencia en Bruce de su viejo camarada que la inmersión a pulmón libre de la E Street Band en este sonido metálico y digital.

Como sea, High hopes supera a pulso su pretendida condición menor, de cajón de sastre o plato de sobras, para ofrecer un discurso coherente y, atención, libre. Interesante la canción que titula el disco, reelectura de un tema de The Havalinas que Springsteen ya registró, sin demasiado fuego, en las sesiones del reencuentro con su grupo, allá por el 96. Aquí añade con puntería carnosos coros gospel, vientos de r&b y guitarrazos cortesía de Morello. «Harry’s place», inédita de The rising, amanece emparentada a «The fuse», y «American Skin (41 shots)» brilla como lo que siempre fue, un temazo emocionante y rotundo. «Just like fire would», la ya conocida versión de los Saints gana gracias al cromado del estudio, mientras «Down in the hole» crece atmosférica, como una suerte de «I’m on fire» con toques de Wrecking ball y Magic.

«Heaven’s wall», de nuevo tirando de la tradición gospel, invoca al Springsteen más melódico, igual que la potente «Frankie fell in love», otra que bien pudiera encajar en Magic, por parentesco estético y resplandor pop. «This is your sword», épica y con aromas celtas, soberbia, enlaza con «Hunter of invisible game», otro de los momentos importantes del disco, ejemplo de por donde camina un artista menos preocupado por maridar la vena experimental y las concesiones al público que abarrota estadios. Qué decir de «The ghost of Tom Joad». Se trata de fijar la versión eléctrica que ha interpretado tantas veces en directo, impresionante a pesar de ciertas, mmm, pirotécnicas de Morello. Le sigue «The wall», un reencuentro con el genio de obras tan maduras y añoradas como Tunnel of love, y que empalma precisa, intensa, perfecta, con «Dream baby dream».

Resumiendo, un disco en principio desparejo, que gana con cada escucha, revela aristas exquisitas, celebra la amistad, lamenta la pérdida de los seres queridos, ofrece consuelo a las derrotas, explicita la vertiente social y concienciada de un rockero alérgico a la ironía posmoderna y muestra, al fin, al Springsteen más libre de ataduras, más valiente y corajudo e inspirado de los últimos tiempos. No es plato para todos los gustos, pero de eso se trata.

Bravo.