Noticias e información en castellano sobre Bruce Springsteen

Nuevos libros

La cantidad de libros dedicados a la obra de Bruce Springsteen ha aumentado considerablemente en los últimos años: docenas y docenas de libros se acumulan, desde biografías de todo tipo (muchas de ellas de poco nivel), a novelas basadas en canciones del artista, análisis profundos sobre el significado de sus letras, compendios sobre sus conciertos en cada país o libros recopilando fotografías inéditas.

De la cosecha reciente destacamos dos libros: uno en papel y otro digital. En papel, como debe ser para este caso, se publica Streets of Fire, del insigne Eric Meola. El fotógrafo norteamericano publicó hace unos años un excelso libro de fotos de las sesiones de Born to Run («The Unseen Photos») y ahora hace lo mismo con sus fotografías inéditas del periodo 1977-1979, cuando tuvo acceso exclusivo a Springsteen en diversas sesiones de fotos.

Todo ello viene documentado y bien detallado en Streets of Fire. El libro combina las fotos (magníficas, sublimes) con textos (en inglés) donde Meola cuenta las aventuras por el desierto de Utah con Springsteen (un relato apasionante), las sesiones en casa del propio Bruce, en el estudio de Meola y en distintos pueblos de Nueva Jersey. El resultado son 75 fotografías en blanco y negro, impactantes y emotivas, estéticamente perfectas, en un libro de gran calidad. Cuenta su autor que en ese desierto de Utah, con una gigantesca tormenta amenazándoles, Springsteen se inspiró para escribir «The Promised Land», durante el viaje que ambos hicieron con un coche descapotable de alquiler.

El libro viene repleto de imágenes evocadoras de esa época que dio como fruto un álbum como Darkness on the Edge of Town, y nos muestra el aspecto más íntimo de Springsteen (impagables los retratos en el estudio de Meola o la serie de fotos de Bruce con su motocicleta).

Visita nuestra tienda para obtener más detalles de como conseguir el libro.

Pasamos ahora al mundo digital, porque el libro de Caryn Rose Raise Your Hand: Adventures of an American Springsteen Fan in Europe se ha publicado sólo en este formato y se descarga online en tiendas como Amazon o iTunes. En el libro, también en inglés, Caryn relata con pasión y todo detalle su viaje de tres semanas por Europa en julio de este año, siguiendo la gira Wrecking Ball en cinco países, y analizando los 7 conciertos que vió, el público europeo y los países y ciudades que visitó. Un libro que engancha y se lee del tirón gracias al excelente relato de Rose, que atrapa desde la primera página.

Bruce se une a la gala benéfica Stand Up For Heroes

Como en años recientes Bruce Springsteen tocará en la gala anual Stand Up For Heroes en el Beacon Theatre de Nueva York. El concierto de este año tendrá lugar el 8 de noviembre y contará con las actuaciones de Mike Birbiglia, Ricky Gervais, Patton Oswalt, Bruce Springsteen, Jon Stewart, Max Weinberg Big Band, Robin Williams y otros. Las entradas para este evento benéfico se pueden adquirir en la web de Remind.org.

El triunfante hat-trick de Springsteen en Nueva Jersey

Por Salvador Trepat

Treinta aventureros nos desplazamos hasta Nueva York hace unos días dispuestos a vivir tres actuaciones del Jefe en su territorio y disfrutar de la ciudad. La jugada salió redonda. Bruce Springsteen concluyó la gira norteamericana de verano con 3 conciertos en el inmenso MetLife Stadium de East Rutherford, en Nueva Jersey. Fueron tres noches de celebración en casa, ante su público, finalizando una gira de enorme éxito que inició en el mítico Apollo Theatre de Nueva York en el mes de marzo. Un concierto de arranque que sorprendió y dio paso a una gira extraordinaria donde Springsteen y la E Street Band han deslumbrado con algunas de las mejores actuaciones desde su reunificación en 1999.

De la calidad e intensidad de la gira hemos hablado sobradamente en los últimos meses. Julio Valdeón nos describió en su crónica desde Nueva York, con precisión y acierto, lo que se vivió en el primero de los tres conciertos, esa noche en la que pudimos disfrutar de nuevo de la versión de 1978 de “Prove it All Night”, una “Racing in the Street” interminable y sublime, la excitante y divertida “The E Street Shuffle” con Vini Lopez a la batería y una “The Ties That Bind” que encogía el corazón.

Partiendo de la premisa de que no hay concierto malo de Bruce Springsteen, me atrevería a decir que la primera noche fue excelente, la segunda estratosférica, y la tercera “simplemente” buena. Llegada esa tercera actuación, habían sonado ya en el MetLife Stadium 63 canciones distintas, para elevar a 174 el total de canciones interpretadas durante estos 7 meses de gira (en la gira anterior fueron 190, va camino de superar esa cifra).

Empezaré por el fin de fiesta. El concierto del sábado 22 de septiembre fue largo, festivo y repleto de anécdotas. Una inoportuna tormenta eléctrica que se acercaba amenazante a la zona forzó el retraso del concierto en tres horas, mientras todo el público era obligado a refugiarse en los pasillos del estadio. La organización, impecable, informó constantemente de la situación. El público, paciente y ordenado, aprovechó el tiempo para descansar, mientras los bares se hacían de oro.

Finalmente, a las 10:30 de la noche Springsteen salió al escenario, saludó al personal (“¡Bienvenidos a mi fiesta de cumpleaños, con 55.000 invitados!”) y arrancó con “Out in the Street”, primer signo de por donde irían los tiros. La larga espera, el mal tiempo y la exigencia de tocar tantas noches seguidas hicieron mella: no fue el Springsteen de las primeras noches. Bruce y la banda acusaron el esfuerzo y la actuación se resintió: menos intensidad, errores en los enlaces entre canciones, set list disperso y discontinuo, dejando en el tintero muchas de las canciones más arriesgadas que ensayó por la tarde (“Where the Bands Are”, con la que pensamos que empezaría –al estilo de la noche del viernes- o “Give the Girl A Kiss”). Tocar y cantar “Badlands” o “The Ties That Bind” a medio gas, sin ese punto de tensión necesario, no crea las condiciones adecuadas para que el concierto despegue.

Pero como decía alguien, Springsteen es humano (aunque a veces se nos olvide) y tocar tres noches seguidas al nivel tan alto que se ha autoimpuesto es casi misión imposible. A pesar de las inclemencias y contrariedades se vio en el cantante ganas de superación y de convertir una noche extraña en algo especial. Y lo consiguió. Quizá no con la fuerza huracanada del día anterior, ni con el repertorio de ensueño que muchos esperábamos con ansia, pero en medio del notable cansancio surgieron momentos de impacto: esa tensa interpretación de “Cover Me” con un fenomenal trabajo de guitarra, seguida de una magnífica “Downbound Train” y, más adelante, la sorprendente “Saint in the City” y su desbocado duelo de guitarras al final.

Las nuevas canciones perdieron fuelle, así como una desganada e inoportuna “Janey Don’t You Lose Heart” o la resucitada “Into the Fire”, cortando el ritmo del concierto tras la espléndida “In the Midnight Hour” de Wilson Picket. El infalible dúo “Because the Night” / “She’s the One” subió el nivel pero no acabó de levantar un concierto que sólo volvió a brillar con impecables, y bienvenidas, versiones de “Meeting Across the River” y “Jungleland”, un final de asombro que hizo vibrar al estadio entero.

Y en los bises, más de lo mismo, pastel de cumpleaños en el escenario, fiesta mayor, familiares, amigos, invitados, pero todo previsible y clásico: retahíla de grandes éxitos culminada con “Twist & Shout” y una buena parte del público desmadrado por las cervezas acumuladas. Sigue extrañando que teniendo a Gary US Bonds en el escenario no tocaran “Quarter to Three” (debido al retraso eran ya las 2 de la madrugada cuando finalizó el concierto). Toca, eso sí, reconocerle el mérito de tocar tres horas y media en una noche tan desangelada y repleta de inconvenientes (cualquier otro artista hubiera cancelado o salido a cumplir el trámite). Con sus altos y bajos, fue un concierto irregular del que Springsteen salió triunfante y el público satisfecho.

Segunda noche. Viernes 21 de septiembre. Marquen esa fecha en su calendario Springsteeniano. Porque ese viernes, en su segundo show en casa, Springsteen salió a ganar, y goleó. Es difícil saber si fue o no el mejor concierto de la gira, pero sin duda es uno de los máximos candidatos, y el mejor que he visto este año junto a esa segunda noche en París. Tras una larguísima prueba de sonido, Bruce salió al escenario a comerse el mundo, a reafirmar su legado y a demostrar porqué, a pesar de las pérdidas recientes, la E Street Band sigue siendo la mejor banda de rock del mundo.

“Living on the Edge of the World”, un temazo cuasi-punk procedente de las sesiones de The River y editado en la caja Tracks, se estrenó en público por primera vez y dio arranque al concierto. Contundente, sin fisuras, la E Street Band sonó toda la noche como una apisonadora, y esa primera canción fue ya una muestra de lo que se nos venía encima. Bruce soplando la armónica con rabia y paseándose entre su gente, levantando al público de sus asientos con “Out in the Street” y una imparable “Night”.

Las caras de muchos veteranos no engañaban: era una de esas noches en que Springsteen va lanzado y dispuesto a arrasar. La grandilocuencia de los conciertos de los 80 se mezcló con la fuerza de los conciertos de los 70. “Lost in the Flood” surgió inesperada, y Bruce la cantó desde las entrañas, con una furia en el solo de guitarra como en pocas ocasiones se vislumbra. Impactante oír a todo el público de Nueva Jersey cantarla de inicio a fin. Y todo fue a más. El bloque de canciones del nuevo disco impactó con fuerza, culminado con “My City of Ruins” y toda la carga emotiva que conlleva el primer homenaje a los ausentes.

Y llegó el recuerdo a su primer disco, con la nostálgica y vibrante “Does This Bus Stop at 82nd Street?”, momento de lucimiento para vientos y percusiones. Y de ahí a la aparición en escena del gran Gary US Bonds para interpretar a dúo con Bruce las magníficas “Jole Blon” y “This Little Girl”, ambas del disco de ‘resurrección’ de aquel que Springsteen apadrinó en 1981 (Dedication, un álbum fantástico, grabado con Bruce y la E Street Band y en su momento considerado un The River III. Búsquenlo, vale la pena. Mucho). Un momento así no se vivía desde los conciertos en el cercano pabellón de Meadowlands en 1981.

A partir de este momento el concierto sólo fue a mas, con el rocanroleo de “From Small Things” (otro descarte de The River que Bruce cedió a Dave Edmunds y recuperó para el tercer disco de The Essential Bruce Springsteen), la impetuosa “Talk to Me” encendiendo los ánimos , una sorprendente versión de “This Depression”, tema injustamente olvidado en la gira y que en directo gana muchos puntos, la desbordante “Shackled and Drawn” o una “Mary’s Place” (estreno en la gira) que sonó más contundente y afilada que en giras anteriores.

Pero Bruce se guardó las emociones más fuertes para el final. Tras el trámite festivo-infantil de “Waitin’ On A Sunny Day” llegaron las notas mágicas de piano de Roy Bittan que daban paso a una majestuosa “Incident on 57th Street” retrotrayéndonos a ese lejano y mágico 1973. No sólo fue una versión impecable, sino que además la enlazó con “Rosalita”, con precisión en las casi místicas notas de piano de Roy Bittan, como ocurre en la memorable cara B del álbum The Wild, The Innocent and The E Street Shuffle. No fue una versión cualquiera, ni buena, ni muy buena: fue sencillamente estratosférica, excitante como la original, disparada, desbordante, pletórica. Así sonó, en la mejor versión que le he oído desde 1981. Veinte minutos inolvidables con esa doble ración de gloria para poner punto y final al concierto, como antaño.

Bruce y la banda llegaron a los bises desbocados, sin quitar el pie del acelerador hasta el final de la última canción, “American Land”, con la cual despidió una actuación explosiva donde quedó patente que a sus 63 años es un artista vigente, con mucho que contar y con su capacidad de conmover intacta.

Queda ahora pendiente una nueva ronda de conciertos en pabellones de ciudades medianas de Estados Unidos, desde octubre hasta diciembre, y esperar a que antes de fin de año se confirme y anuncie la gira 2013, la que será la segunda parte de esta fenomenal gira Wrecking Ball. Durante la visita a Nueva Jersey pudimos saber de fuentes cercanas al artista que se están cerrando en estos momentos numerosos conciertos por Europa en grandes recintos (estadios de nuevo), aunque en ciudades distintas de las que ya ha visitado este año (como en 2009, cuanto no repitió en Barcelona o Madrid pero visitó Benidorm, Santiago, etc.). Se prevee visita entre mayo y julio. Es posible también que Springsteen, después de varios años de ausencia visite Australia y Japón en primavera, y de nuevo Estados Unidos el próximo verano, junto a una posible actuación en el festival Rock in Rio en Brasil, ya en septiembre.

Fotos: Jordi Aguilera (1,2,3,5,6,7) y Raúl Nieto (4) 

 

New Jersey #1


por Julio Valdeón, Nueva York

19 de septiembre.¿Les dice algo esa fecha? ¿19 de septiembre? Cielos, claro. Ese día, hace treinta y cuatro años, Bruce Springsteen y la E Street Band tomaban el teatro Capitol de Passaic, Nueva Jersey, con cuchillas en los labios. Cuando el tiempo futuro borre la memoria de casi todo esa fecha perdurará como rompeolas del mejor rock and roll. Una avalancha que flamea en los anales bordada a quemarropa.

Quién escuchó ese directo, o contempló la grabación en vídeo, blanco y negro oscuro y sucio, sabe de lo qué hablamos. Aparte el exceso de mitomanía, lo deificado que pueda estar, lo mucho que se pierden quienes hicieron de su majestuoso arte una dieta única, con lo poco recomendables que son los monoteísmos, hay que caer de rodillas, varias al año, ante la pasmosa calidad, perdudable carisma y vertiginosa fuerza de Springsteen sobre las tablas, todavía más si uno se refiere a la sacrosanta gira del 78.

En 2012 no solicito semejantes hazañas. Del rockero con la carrera en el filo, que introducía la lengua en un enchufe para escupir balas, hemos llegado al millonario consagrado que ocupa podio en la historia. ¿Dos personas distintas? Sin duda, y a la vez… ¿Cómo explicar que con sesenta y dos años Springsteen haya tocado tres horas y cuarenta y cuatro minutos? ¿Cómo coño alguien que lo tiene todo sigue enchufado de semejante forma? ¿Cómo uno, con treinta y seis tacos, puede salir del maratón literalmente roto y él parecía recién estrenado? Intuyo que aludiendo a una palabra tan malgastada como decisiva: profesionalidad. La que derrocha Springsteen para agitar el repertorio y ganarse a cincuenta y cinco mil personas. Aunque conozca bien los trucos de la escena, aunque domine como nadie la mezcla exacta del escalofrío y la demagogia, no hay trampa en su fórmula. Mucho menos munición de fogueo. Se trata, parafraseando a Raúl del Pozo, de arrancar como un volcán y seguir como un terremoto. Tampoco crean que fue el mejor concierto que jamás le haya visto. Ni de lejos alcanzó el punto de frenética ebullición de, un suponer, el Madison Square Garden hace cinco meses. No hablemos, obvio, del recital consagrado al The river. En realidad el de esta noche fue sólo (¡sólo!) una sucesión de mandobles de casi cuatro horas en la que entraron los consabidos números para gusto del respetable menos adicto (tipo «Waitin’ on a Sunny Day», «Darlington county», «Dancing in the dark», etc.) y un puñado de glorias.

Sin ir muy lejos esa «Prove it all night» con la introducción del 78 que servidor jamás soñó que vería. O un «Spirit in the night» vigorizado por un sutil y arrebatado arreglo. O «The ties that bind», la joya que abría The river, interpretada con la rabia y pasión perfectas. O la soberbia, y hasta anteayer rarísima, «The E Street Shuffle», con, atención, Vini Lopez a la batería. O una My city of ruins que no me canso de escuchar en este gira, demoledoramente romántica y melancólica. O «Human touch», que subió y subió y subió rumbo a la estratosfera a medida que Bruce arañaba el sólo de guitarra final. O una «Thunder road» rotunda, engrandecida por los vientos. O «Rosalita», feroz de puro risueña, con un memorable Steve Van Zandt codo a codo con Bruce en el mini escenario. O, lo mejor, la asombrosa coda final de «Racing in the street», cegadora en la batuta del mejor Roy Bittan, más una «Land of hope and dreams» que si antes mataba, ahora, repleta de finísimos cortes y otras especies sincopadas, redobla su condición de gran clásico.

Estooo, sí, eché de menos rarezas y, sobre todo mayor enjundia, foco, brújula. Los famosos bloques que alumbran la geografía interna de sus grandes conciertos. Menos besar el cielo para plantarnos luego en el suelo merced a un guiño populista. Ya, se trataba de un concierto de estadios. Bien sabemos que no son los recintos donde aparece con regularidad su versión reconcentrada. En su lugar encontrarán al showman legendario. Que a ratos, cuando le place, regala mordiscos a contrapelo y chaparrones de furia. Entre medias, jolgorio y disfrute. 3 horas y 44 minutos de fiesta vitaminada y un puñado de exquisiteces para una gira que alcanza las ciento sesenta y cinco canciones interpretadas en seis meses.

Pd.: Vale. Comparado con los directos de Ullevi o Helsinki, ok, bien, entiendo el murmullo, los pucheros de los sibaritas, el mmm y el uh y hasta el ejém. Incluso mis propios y muy paranoicos reproches. Pero carajo. Incluso así. En serio. Casi cuatro horas. Un repertorio trufado de clásicos. Una banda precisa como un reloj atómico y un jefe indomable que camino de las siete décadas bate noche tras noche las marcas de duración vigentes desde principios de los ochenta. Avísenme si encuentran sustituto, heredero o delfín.

PD2. Por si no fuera suficiente, Bruce puso la guinda en el pastel cuando se abrieron las puertas del recinto.Con unos pocos cientos de fans ya en el pit, salió a cantar versiones acústicas de «Growin’ Up» y «For You» y dar la mano a los primeros en llegar.

Ver set list completo

Fotos: Jordi Aguilera