Por Salvador Trepat
Treinta aventureros nos desplazamos hasta Nueva York hace unos días dispuestos a vivir tres actuaciones del Jefe en su territorio y disfrutar de la ciudad. La jugada salió redonda. Bruce Springsteen concluyó la gira norteamericana de verano con 3 conciertos en el inmenso MetLife Stadium de East Rutherford, en Nueva Jersey. Fueron tres noches de celebración en casa, ante su público, finalizando una gira de enorme éxito que inició en el mítico Apollo Theatre de Nueva York en el mes de marzo. Un concierto de arranque que sorprendió y dio paso a una gira extraordinaria donde Springsteen y la E Street Band han deslumbrado con algunas de las mejores actuaciones desde su reunificación en 1999.
De la calidad e intensidad de la gira hemos hablado sobradamente en los últimos meses. Julio Valdeón nos describió en su crónica desde Nueva York, con precisión y acierto, lo que se vivió en el primero de los tres conciertos, esa noche en la que pudimos disfrutar de nuevo de la versión de 1978 de “Prove it All Night”, una “Racing in the Street” interminable y sublime, la excitante y divertida “The E Street Shuffle” con Vini Lopez a la batería y una “The Ties That Bind” que encogía el corazón.
Partiendo de la premisa de que no hay concierto malo de Bruce Springsteen, me atrevería a decir que la primera noche fue excelente, la segunda estratosférica, y la tercera “simplemente” buena. Llegada esa tercera actuación, habían sonado ya en el MetLife Stadium 63 canciones distintas, para elevar a 174 el total de canciones interpretadas durante estos 7 meses de gira (en la gira anterior fueron 190, va camino de superar esa cifra).
Empezaré por el fin de fiesta. El concierto del sábado 22 de septiembre fue largo, festivo y repleto de anécdotas. Una inoportuna tormenta eléctrica que se acercaba amenazante a la zona forzó el retraso del concierto en tres horas, mientras todo el público era obligado a refugiarse en los pasillos del estadio. La organización, impecable, informó constantemente de la situación. El público, paciente y ordenado, aprovechó el tiempo para descansar, mientras los bares se hacían de oro.
Finalmente, a las 10:30 de la noche Springsteen salió al escenario, saludó al personal (“¡Bienvenidos a mi fiesta de cumpleaños, con 55.000 invitados!”) y arrancó con “Out in the Street”, primer signo de por donde irían los tiros. La larga espera, el mal tiempo y la exigencia de tocar tantas noches seguidas hicieron mella: no fue el Springsteen de las primeras noches. Bruce y la banda acusaron el esfuerzo y la actuación se resintió: menos intensidad, errores en los enlaces entre canciones, set list disperso y discontinuo, dejando en el tintero muchas de las canciones más arriesgadas que ensayó por la tarde (“Where the Bands Are”, con la que pensamos que empezaría –al estilo de la noche del viernes- o “Give the Girl A Kiss”). Tocar y cantar “Badlands” o “The Ties That Bind” a medio gas, sin ese punto de tensión necesario, no crea las condiciones adecuadas para que el concierto despegue.
Pero como decía alguien, Springsteen es humano (aunque a veces se nos olvide) y tocar tres noches seguidas al nivel tan alto que se ha autoimpuesto es casi misión imposible. A pesar de las inclemencias y contrariedades se vio en el cantante ganas de superación y de convertir una noche extraña en algo especial. Y lo consiguió. Quizá no con la fuerza huracanada del día anterior, ni con el repertorio de ensueño que muchos esperábamos con ansia, pero en medio del notable cansancio surgieron momentos de impacto: esa tensa interpretación de “Cover Me” con un fenomenal trabajo de guitarra, seguida de una magnífica “Downbound Train” y, más adelante, la sorprendente “Saint in the City” y su desbocado duelo de guitarras al final.
Las nuevas canciones perdieron fuelle, así como una desganada e inoportuna “Janey Don’t You Lose Heart” o la resucitada “Into the Fire”, cortando el ritmo del concierto tras la espléndida “In the Midnight Hour” de Wilson Picket. El infalible dúo “Because the Night” / “She’s the One” subió el nivel pero no acabó de levantar un concierto que sólo volvió a brillar con impecables, y bienvenidas, versiones de “Meeting Across the River” y “Jungleland”, un final de asombro que hizo vibrar al estadio entero.
Y en los bises, más de lo mismo, pastel de cumpleaños en el escenario, fiesta mayor, familiares, amigos, invitados, pero todo previsible y clásico: retahíla de grandes éxitos culminada con “Twist & Shout” y una buena parte del público desmadrado por las cervezas acumuladas. Sigue extrañando que teniendo a Gary US Bonds en el escenario no tocaran “Quarter to Three” (debido al retraso eran ya las 2 de la madrugada cuando finalizó el concierto). Toca, eso sí, reconocerle el mérito de tocar tres horas y media en una noche tan desangelada y repleta de inconvenientes (cualquier otro artista hubiera cancelado o salido a cumplir el trámite). Con sus altos y bajos, fue un concierto irregular del que Springsteen salió triunfante y el público satisfecho.
Segunda noche. Viernes 21 de septiembre. Marquen esa fecha en su calendario Springsteeniano. Porque ese viernes, en su segundo show en casa, Springsteen salió a ganar, y goleó. Es difícil saber si fue o no el mejor concierto de la gira, pero sin duda es uno de los máximos candidatos, y el mejor que he visto este año junto a esa segunda noche en París. Tras una larguísima prueba de sonido, Bruce salió al escenario a comerse el mundo, a reafirmar su legado y a demostrar porqué, a pesar de las pérdidas recientes, la E Street Band sigue siendo la mejor banda de rock del mundo.
“Living on the Edge of the World”, un temazo cuasi-punk procedente de las sesiones de The River y editado en la caja Tracks, se estrenó en público por primera vez y dio arranque al concierto. Contundente, sin fisuras, la E Street Band sonó toda la noche como una apisonadora, y esa primera canción fue ya una muestra de lo que se nos venía encima. Bruce soplando la armónica con rabia y paseándose entre su gente, levantando al público de sus asientos con “Out in the Street” y una imparable “Night”.
Las caras de muchos veteranos no engañaban: era una de esas noches en que Springsteen va lanzado y dispuesto a arrasar. La grandilocuencia de los conciertos de los 80 se mezcló con la fuerza de los conciertos de los 70. “Lost in the Flood” surgió inesperada, y Bruce la cantó desde las entrañas, con una furia en el solo de guitarra como en pocas ocasiones se vislumbra. Impactante oír a todo el público de Nueva Jersey cantarla de inicio a fin. Y todo fue a más. El bloque de canciones del nuevo disco impactó con fuerza, culminado con “My City of Ruins” y toda la carga emotiva que conlleva el primer homenaje a los ausentes.
Y llegó el recuerdo a su primer disco, con la nostálgica y vibrante “Does This Bus Stop at 82nd Street?”, momento de lucimiento para vientos y percusiones. Y de ahí a la aparición en escena del gran Gary US Bonds para interpretar a dúo con Bruce las magníficas “Jole Blon” y “This Little Girl”, ambas del disco de ‘resurrección’ de aquel que Springsteen apadrinó en 1981 (Dedication, un álbum fantástico, grabado con Bruce y la E Street Band y en su momento considerado un The River III. Búsquenlo, vale la pena. Mucho). Un momento así no se vivía desde los conciertos en el cercano pabellón de Meadowlands en 1981.
A partir de este momento el concierto sólo fue a mas, con el rocanroleo de “From Small Things” (otro descarte de The River que Bruce cedió a Dave Edmunds y recuperó para el tercer disco de The Essential Bruce Springsteen), la impetuosa “Talk to Me” encendiendo los ánimos , una sorprendente versión de “This Depression”, tema injustamente olvidado en la gira y que en directo gana muchos puntos, la desbordante “Shackled and Drawn” o una “Mary’s Place” (estreno en la gira) que sonó más contundente y afilada que en giras anteriores.
Pero Bruce se guardó las emociones más fuertes para el final. Tras el trámite festivo-infantil de “Waitin’ On A Sunny Day” llegaron las notas mágicas de piano de Roy Bittan que daban paso a una majestuosa “Incident on 57th Street” retrotrayéndonos a ese lejano y mágico 1973. No sólo fue una versión impecable, sino que además la enlazó con “Rosalita”, con precisión en las casi místicas notas de piano de Roy Bittan, como ocurre en la memorable cara B del álbum The Wild, The Innocent and The E Street Shuffle. No fue una versión cualquiera, ni buena, ni muy buena: fue sencillamente estratosférica, excitante como la original, disparada, desbordante, pletórica. Así sonó, en la mejor versión que le he oído desde 1981. Veinte minutos inolvidables con esa doble ración de gloria para poner punto y final al concierto, como antaño.
Bruce y la banda llegaron a los bises desbocados, sin quitar el pie del acelerador hasta el final de la última canción, “American Land”, con la cual despidió una actuación explosiva donde quedó patente que a sus 63 años es un artista vigente, con mucho que contar y con su capacidad de conmover intacta.
Queda ahora pendiente una nueva ronda de conciertos en pabellones de ciudades medianas de Estados Unidos, desde octubre hasta diciembre, y esperar a que antes de fin de año se confirme y anuncie la gira 2013, la que será la segunda parte de esta fenomenal gira Wrecking Ball. Durante la visita a Nueva Jersey pudimos saber de fuentes cercanas al artista que se están cerrando en estos momentos numerosos conciertos por Europa en grandes recintos (estadios de nuevo), aunque en ciudades distintas de las que ya ha visitado este año (como en 2009, cuanto no repitió en Barcelona o Madrid pero visitó Benidorm, Santiago, etc.). Se prevee visita entre mayo y julio. Es posible también que Springsteen, después de varios años de ausencia visite Australia y Japón en primavera, y de nuevo Estados Unidos el próximo verano, junto a una posible actuación en el festival Rock in Rio en Brasil, ya en septiembre.
Fotos: Jordi Aguilera (1,2,3,5,6,7) y Raúl Nieto (4)