Si hace unos días un buen nutrido grupo de fans expresaba en Twitter y Facebook sus quejas por los conciertos de París y Londres del último fin de semana de junio, ayer fue todo lo contrario: Springsteen ofreció en Mönchengladbach (Alemania) un concierto sorprendente, alejado de cualquier estructura estandar y con constantes improvisaciones.
El mensaje quedó claro desde la primera canción, la demoledora «Jackson Cage», un trallazo de rock que revuelve las entrañas, seguida de la impetuosa «My Love Will Not Let You Down». Luego llegaron «Better Days», el clásico de 1954 de Big Joe Turner «Shake, Rattle & Roll» y esa joya de The Promise llamada «One Way Street». Bruce siguió aceptando peticiones, y llegaron «Mary’s Place» y la extraordinaria y poco escuchada «Point Blank», una de las joyas de The River, interpretada de forma impecable con un gran trabajo de Van Zandt a la guitarra y coros.
Y «Trapped», «The Promised Land», «Because the Night», «She’s the One», «Candy’s Room»… y la recuperación de canciones del denostado periodo 1992/93 (cuando se atrevió a ir de gira con «la otra banda» tras editar sus dos discos menos apreciados): «Man’s Job», en un soberbio duo con Curtis King (haciendo las labores que hacía Bobby King hace veinte años) y «Leap of Faith». Por si fuera poco «Rosalita» hizo explotar al termómetro roquero a continuación, antes de cerrar con «Radio Nowhere» (con Jay Weinberg a la batería como invitado especial) y la épica «Thunder Road» como broche de oro.
En los bises, tras una larga ausencia, Michelle Moore pudo lucir su voz en «Rocky Ground». Media hora más tarde «Rockin’ All Over the World» culminaba un concierto que dejó extasiado a más de uno, tras tres horas de concierto.