Bruce Springsteen – Letter to You
Persiguiendo fantasmas
por Héctor G. Barnés
Ha sido una conversación recurrente en garitos de rock, salas de conciertos y foros de internet. Cuando el efecto desinhibidor de las cervezas hacía efecto, tarde o temprano alguien sacaba el tema a relucir: “Mira, Springsteen lo que tendría que hacer es dejarse de tonterías y grabar un disco con la E Street Band, todos juntos en el estudio, one, two, three y a correr”. Una aseveración generalmente acompañada por un “eso, y que lo produzca Little Steven, como The River”. Un utópico retorno a las operetas urbanas, los himnos de puño en alto y las guitarras tintineantes que tal vez naciese con Tunnel of Love, el primer disco de Springsteen que nos recordó que a todos nos toca madurar. Ni la reunión de 1995, ni The Rising ni Workin’ on a Dream cumplieron esa promesa. Se acercó el injustamente denostado Magic, que no obstante, miraba con más deleite al superpop que abarca desde los Beach Boys hasta Magnetic Fields que a la lírica de la calle E.
Tras décadas de sortear conscientemente la carga que suponía la E Street Band, Springsteen ha comprado por primera vez la leyenda de la E Street Band tras la muerte de George Theiss, el último de los Castiles (banda de adolescencia del Jefe), punto de partida de este Letter to You como lo fuera aquel fan que le gritó «¡te necesitamos!» tras los atentados del 11 de septiembre. Ya conocen el resto: cuatro días de trabajo a razón de dos temas al día y una sesión adicional de mezcla, un puñado de canciones nuevas escritas en un alarde de inspiración y otras tres ya conocidas. Es el colofón del Springsteen «sabio», como lo denomina Steven Van Zandt, o «autorreferencial», como prefiero llamarlo yo. El de su libro de memorias Born to Run, el de Springsteen on Broadway y el de Western Stars, que contenía las mejores canciones escritas por su autor en mucho tiempo.
Desde luego, muy por encima de las de este Letter to You que persigue fantasmas sin alcanzarlos, quizá porque nunca estuvieron allí. ¿Y si el sonido clásico de la E Street Band nunca existió? Y si lo hizo, ¿cuál es? ¿El de Born to Run, el de Darkness on the Edge of Town, el de The River o el de Born in the USA? Springsteen parece haber caído en la misma trampa que sus imitadores, pensar que la E Street Band son sus clichés más evidentes y no una orgánica entente capaz de crecer con cada nueva canción y adaptarse a las necesidades de su autor, la más virtuosa banda que el rock jamás ha existido, reducida aquí a fetiche sonoro acoplado a un puñado de canciones que sufren algunos de los defectos más comunes del Springsteen reciente, de su vaguedad lírica a su conformismo musical.
El Jefe ha cometido el gran pecado que le faltaba: la complacencia y la autorreferencialidad. Uno puede detestar Lucky Town, The Ghost of Tom Joad o las Seeger Sessions, pero lo que nadie puede discutir es que ponían a prueba al artista y su público. No lo hacen este puñado de nuevas canciones, donde abundan los guiños cómplices tan propios de esta era en la que el arte se ha convertido en un refugio de nostalgias. A ratos, el saxo de Jack Clemons parece sampleado de las sesiones de The River (¿su solo en «The Power of Prayer» no es el de «The Ties That Bind»?) y es fácil encontrar conexiones musicales con temas escritos hace no tanto («Last Man Standing» es un «Your Own Worst Enemy» sin sus imaginativos arreglos, la citada «The Power of Prayer» remite a «I’ll Work for Your Love»).
Suena más convincente «One Minute You’re Here», reflexivo puente acústico entre la melancolía de Western Stars, de la que se recoge el ‘tempus fugit’ en un conocido entorno de carnavales, ríos y oscuridad a las afueras de la ciudad, y la voluntariosa carta de amor a los fans «Letter to You», primer single y uno de los momentos más flojos del álbum, que sufre de la fatigosa simbología new-age del último Springsteen.
«Burnin’ Train» es un stomp a lomos del bombo de la batería de Max Weinberg que bien podría surgir del gospel-country de Wrecking Ball. Como en «Leap of Faith», el sexo y la tentación son el tema central de un tema que nos recuerda la importancia de Garry Tallent, el verdadero héroe de Letter to You. Condensa gran parte de los problemas de Letter to You: entusiasmo impostado sin sustancia. Si alguien quería saber cómo habría sonado la E Street Band si hubiese grabado Lucky Town, aquí tiene la prueba.
Lo mejor de esta magra cosecha es, junto a «Ghosts», «Last Man Standing», el único tema capaz de conmoverme. Ambos constituyen el centro temático del disco, esa mirada hacia la inocencia de la juventud, de las primeras bandas, incluso del fetichismo musical de las guitarras, los amplificadores y las chaquetas de ante. «Las luces se encienden en Legion Hall / Los tacos de billar vuelven a la pared / Guardas la guitarra y te tomas la última / Mientras te zumban los oídos» canta Springsteen en uno de los momentos más arrebatadores del álbum. No es de extrañar que fuese la primera canción escrita de este nuevo ciclo. «Ghosts», que parece guiñar musicalmente un ojo al «Baby I» de los Castiles, es su hermana gemela, una fantástica pieza de casi power-pop que, esta vez sí, podría salir de 1979. «Estoy vivo y vuelvo a casa»: desde luego, mejor que pasados intentos de revivir el sonido de la E Street Band como «Frankie Fell in Love».
Dos excepciones a uno de los discos peor secuenciados de su carrera. La ñoña «The Power of Prayer» vuelve a sufrir a una E Street Band con el piloto automático puesto, como si por su intento de reencontrarse con aquella naturalidad de Darkness (grabar en una o dos tomas, antes de que cada músico se familiarice demasiado con su canción), confundiese espontaneidad con desidia. Tampoco mejora «House of a Thousand Guitars», torpe intento de recuperar el aliento épico de «Jungleland» («de las iglesias a las cárceles» incluido) que aterriza en una canción tan invernal como la extraña portada, frío autorretrato que parece contradecir el contenido del disco. Es el centro del álbum para Springsteen, pero de nuevo suena a ya oída.
Rainmaker» fue escrita en la era Bush y eso es, un descarte de la época que coge las sobras de ayer para atizar a Trump y los trumpistas. Una revisión del ritmo marcial de «Born in the USA» pasada por el filtro de los arreglos de cuerdas levemente celtas de Brendan O’ Brien que apunta interesantes direcciones sonoras. «I’ll See You in My Dreams» es una nana acústica que no cuenta nada que no contase mejor y con más gracia «We Are Alive».
Que lo mejor del disco sean tres canciones compuestas hace casi 50 años no dice nada bueno, por mucho que no esperásemos estos nuevos arreglos. «Janey Needs a Shooter», la cima del álbum, es una joya que bien podría haber formado parte de Darkness y que en su parte final roza la intensidad de un «Backstreets», pero una joya ya conocida que probablemente fuese retocada para la caja de The River y permaneciese en un cajón desde entonces.
Sorprenden aún más «If I Was the Priest» y «Song for Orphans», que por primera vez se fijan en la entente Dylan-The Band (ya sea la de 1966 o 1975, que cada cual elija) con frondosos diálogos entre un teclado a lo Garth Hudson, armónica dylaniana y la guitarra de Robbie Robertson. Canciones rescatadas como ejercicios de estilo pero ejecutadas con esa mezcla de entusiasmo e incredulidad que suele acompañar a sus covers en directo, como si él mismo estuviese sorprendido de cantar de nuevo odas a un extraño Oeste americano o desbarrando como un Dylan con coprolalia. Fantasías adolescentes que nos recuerdan el potencial imaginativo y liberador del rock, que nunca quiso hacerlo bien, quiso hacerlo divertido.
No deja de ser una mala noticia que a lo que más le apetezca volver a uno sean estas canciones, que contribuyen a que, al contrario de lo que suele ocurrir con los discos de su autor, sea menos que la suma de sus partes. Letter to You no queda lejos conceptualmente de High Hopes, también compuesto a base de fondo de inventario, y como aquel, está lastrado por una descontextualización y dispersión temática que lo sitúa muy lejos de sus mejores obras. Es irónico ver juntas una canción como «Song for Orphans», que representa alguno de los tics líricos que afinaría para alumbrar Born to Run, y «Letter to You», que padece un esquematismo diametralmente opuesto, con la diferencia de que aquella sigue conservando la frescura del principiante mientras que esta señala a una preocupante falta de inspiración.
Pasan los días y, pasada la decepción inicial Letter to You se convierte en un compañero agradable en tiempos convulsos, pero que no deja de ser como quedar con un viejo amigo al que hace años no ves para darte cuenta de que hay diferencias insalvables, de que siempre ha habido buenas razones por las que ya no os veíais tanto. Hay que tener cuidado con lo que uno desea, porque puede conseguirlo, y tal vez Letter to You sea el mejor ejemplo de que nuestra imaginación –y la del propio Springsteen– sea mejor que la realidad. La E Street Band fue la banda de rock más especial del mundo durante una década, pero su destino siempre estuvo íntimamente ligado a la inspiración de su líder.
Quizá lo más triste de todo sea el sentimiento de claudicación y renuncia que supura de este disco, por no decir de mala conciencia. Es posible que Springsteen sea ahora –demasiado tarde– consciente de que ha pasado décadas dando la espalda a unos compañeros de viaje que le podrían haber llevado más lejos, que siempre le negó una continuidad sonora a una banda que merecía mejor destino. También parece la constatación de que el rock and roll ya no puede ser una fuerza transformadora como lo fue a finales del siglo XX, y que solo nos queda refugiarnos en los viejos mitos y en un pasado mejor para calmar la tormenta, mientras perseguimos fantasmas que nunca estuvieron allí y que, cuando pensamos que los vamos a conseguir alcanzar, se esfuman delante de nuestros ojos.