El pasado mes de octubre el periódico The New York Times entrevistó a Bruce Springsteen en su suplemento dominical literario. Una jugosa entrevista que muestra facetas poco conocidas del artista y donde éste revela sus autores favoritos, de García Márquez a Chekhov pasando por Philip Roth, Bertrand Russell o Cormac McCarthy.
por Miguel Martínez
Recuerdo que entre aquellas conversaciones clásicas, o tópicas, que solían darse entre los aficionados a Bruce en los años 90, o pongamos que a partir de la portada de Tunnel Of Love, aparecía muy a menudo el factor Jon Landau. Jon Landau y “la” Sony (el “la” siempre precedía a la mención del sello, como si fuera una especie de bruja mala con escoba). Que si son unos peseteros, que si Bruce se ha vendido por culpa de ellos, que si nos lo han robado, que si ya no es auténtico (?) porque Landau y su discográfica solo quieren que llene estadios… Bendita inocencia. Vivíamos en otro mundo, sin Google ni YouTube ni el maldito euro. A otro ritmo. Imaginábamos más las cosas, la información secreta nos caía encima gota a gota. Supongo que eso, la inocencia, sigue siendo todavía un poco así, porque románticos nunca suelen faltar, solo que ahora es un sentimiento que se vive de otra manera, muy acelerado. Han pasado muchos años y pocos de los que leáis esto, por no decir nadie, escucha casetes piratas del de Nueva Jersey.
Ha llovido mucho, sí, y uno ya puede preguntarse, casi sin miedo a errar la respuesta, cómo habría sido la carrera de Springsteen sin la guía de Landau. En el documental sobre la elaboración de Darkness On The Edge Of Town ya vimos varias claves iniciales de aquel empujón. En el artículo publicado estos días en “The New York Times” sobre la faceta lectora de Bruce vemos las literarias consecuencias de aquella apertura mental. ¿Habría acabado considerando a Philip Roth el súper ídolo que hoy, o desde hace ya unos cuantos años, es para él? No sin Jon. “La sensación de leer a Roth en su plenitud me recuerda cómo te sientes cuando escuchas una gran canción de Bruce Springsteen. Hay una encantadora simplicidad que enmascara una gran verdad. Un respeto por la vida y las aspiraciones de la gente corriente, y un deseo de confrontar las grandes preguntas”, han escrito en ‘The Guardian’. Su gran escenario sobre los hombros, hasta nuestros días.
La apertura mental, decíamos. Jon se la inyectó a Bruce en aquella segunda mitad de los 70 y luego él le dio rienda suelta. “Estaban Flannery O’Connor, James M. Cain, John Cheever, Sherwood Anderson, y Jim Thompson, el gran escritor de novela negra. Esos autores contribuyeron grandiosamente al giro que dio mi música entre 1978 y 1982. Trajeron un sentido de la geografía y esa oscura tensión en mi escritura, ampliaron mis horizontes sobre qué debe conseguirse con una canción pop y son todavía, literalmente, la piedra angular de lo que intento conseguir hoy día”, afirma Springsteen en el citado artículo del “The New York Times”. Seguramente sin ellos, y sin Landau, su lenguaje post-Born To Run se podría haber descompuesto, su diálogo caer en la parodia, su carácter, en el estereotipo. Podría haber ocurrido porque era un riesgo más que evidente. Como dice Greil Marcus en su reciente libro “La historia del rock and roll en diez canciones”: “En 1976, el rock and roll podría haber parecido la misma historia de siempre, fijo y estático, con todos sus secretos revelados y una realidad que había que aceptar: precisamente con un gobierno, dirigido por unas pocas discográficas y media docena de iconos sin vida”. Marcus andaba en esa página con el nacimiento del punk. Bruce andaba en 1976 con lo de cómo aplicarle gravedad terrestre al hijo de Johnny B. Goode y Peggy Sue para que no fuera absorbido por el agujero negro que se llevó a Elvis. Ese hijo era él y tenía que luchar para llegar donde necesitaba ir mientras se escabullía de lo que estaba seguro. Tocaba subirse a una nueva alfombra mágica. Y, en buena parte, fueron los libros.
Lo del ‘The New York Times” está ahí fuera, podéis repasarlo. Quién sabe, tal vez os sirva de acicate para descubrir algunos de esos autores y libros que cita, si no los conocéis y habéis leído ya. Tal vez ese artículo de Springsteen os sirva igual que a él le sirvieron aquellas recomendaciones de Landau. Llegué tarde a Philip Roth y lo hice por la insistencia de Bruce en alabarle en las entrevistas de cuando The Rising. Pienso ahora en la historia de “Reno”, en esa crudeza sexual tan a lo “El teatro de Sabbath”, una de las obras maestras de Roth, cómica, épica. “Todo el mundo se masturba en las bibliotecas, para eso están”, en ese plan. O en “My Best Was Never Good Enough” y lo mucho que te conduce a Lou Ford, el protagonista de “El asesino dentro de mí” de Jim Thompson. Por no hablar de la presencia constante de Flannnery O’Connor, ya desde “The River” (título también de un relato de la autora sureña, al igual que “A Good Man Is Hard To Find”, como aquella otra de Tracks) y sobre todo a lo largo de «Nebraska» y en su captura de la maldad. Os recomiendo sus “Cuentos completos”, más de ochocientas páginas sin desperdicio. Poco hay que discurrir para ver que “Hunter Of Invisible Game” es puro Cormac McCarthy (y si quedaba alguna duda, ahí está ese largo vídeo) ni para palpar que a través de las canciones de The Ghost Of Tom Joad va chorreando aquí y allá su meridiano de sangre… Y así podríamos seguir con decenas de ejemplos. Pero no me voy a extender más para no hacerme pesado en la divagación. Y ojalá Bob Dylan publique pronto la segunda parte de sus “Crónicas”. Le tengo tantas ganas a esas páginas como les tenía a aquellas casetes piratas que nos llegaban contra reembolso. Cuánto ha llovido.