«Porqué los conciertos con lluvia son tan especiales? Gracias San Sebastián». Son palabras de Steve Van Zandt via Twitter. Ni la lluvia pudo impedir otra gran actuación de Bruce Springsteen en su gira española. Una gira que sorprende cada noche. Springsteen dio un show impredecible en Anoeta, repleto de algunas de sus mejores obras: un «Spirit in the Night» arrebatador, como no habíamos visto en años, una contundente y tensa versión de «Adam Raised a Cain», una de esa joyas escondidas que toca muy de vez en cuando y que eleva la temperatura de cualquier concierto, especialmente si va seguida de dos trallazos imparables como «Prove it all Night» (con un furioso solo final de Stevie) y «She’s the One» (con, de nuevo, un papel destacado de Van Zandt, cantando a duo con Bruce).
Las horas previas al concierto el ambiente se caldeó con las pruebas de sonido, perfectamente audibles desde la calle, que dejaron boquiabierto a más de uno. Sonaron «Higher and Higher» (el clásico de Jackie Wilson), «Be True», «Burning Love», «Pink Cadillac» y «Spanish Eyes» (de The Promise), entre otras. Fue pura provocación, porque no acabó tocando ninguna de ellas en el concierto, pero se saborearon con ganas. Escuchar «Spanish Eyes» es un privilegio incluso desde la lejanía, ya que nunca ha tocado esa canción en público (sólo se conoce una interpretación previa, y fue a puerta cerrada durante un ensayo en Asbury Park en 1978).
Las peores previsiones se cumplieron: desde última hora de la tarde empezó a llover, a intervalos, con bastante intensidad, y la lluvia cayó sobre Anoeta durante prácticamente toda la actuación. A las 21:33 aparecía la E Street Band sobre el escenario, con el público totalmente empapado, y Springsteen decía sus primeras palabras («Hola San Sebastián, Gabon Donostia») antes de ofrecer un regalo: la mítica «Who’ll Stop the Rain?» de Creedence Clearwater Revival. La lluvia no paró, pero la canción dio una fuerza especial al arranque del concierto. «The Ties That Bind» sonó majestuosa y tan vibrante como cuando dejábamos caer la aguja del tocadiscos sobre la primera cara de The River. En «Death to my Hometown» tuvo un gesto de complicidad con el público sufridor al acercarse a la primera fila y ofrecer su guitarra al cielo hasta que quedó bien mojada. Michelle Moore ha adquirido más protagonismo en estos últimos conciertos, y ahora se la puede ver en el escenario en diversas ocasiones, tan temprano como durante «My City of Ruins», donde reforzó la sección de coristas, igual que hizo en la canción que le siguió, «Spirit in the Night», uno de los momentos destacadísimos de la noche, con Springsteen atabiado de una gorra como las que llevaba en 1973, cantando con fuerza y fraseando como en tiempos pretéritos. Parecía desde la distancia que estábamos viendo uno de esos vídeos de sus actuaciones de los 70. Sin freno enlazó con «Night», cantando con su compadre Steve Van Zandt una buena parte, antes de volver a 1973 con «Does This Bus Stop at 82nd Street?», un tema de su primer disco que brilló en Donostia con luz propia, incluyendo un tremendo duelo de percusiones entre Max Weinberg y Everett Bradley.
«Jack of All Trades», bien recibida, dio un respiro, antes de otra contundente e incontrolada dosis de rock formada por «Adam Raised a Cain», «Prove it All Night» y «She’s the One». Alto voltaje que inflamó Anoeta. Más adelante llegó «Save My Love», inesperada, una de esas pequeñas delicias escondidas en el doble CD The Promise, y que Springsteen ofrece con cuentagotas. El final extendido sonó épico. Springsteen decidió entonces cambiar el guión. Dejó de lado «Apollo Medley», «The Rising», «Lonesome Day» y «We Are Alive», todas previstas en el setlist, y ofreció «The River» (inmaculada versión, soberbio Steve Van Zandt a los coros y con la guitarra acústica), la monumental «Backstreets» (con un pequeño interludio central que recordaba al del vídeo oficial de Houston’78), y una acelerada «Badlands», que enlazó de forma trepidante con «Land of Hope and Dreams», en su exquisita y revitalizada nueva versión, para poner cierre (teórico) a un magnífico concierto, a pesar de la lluvia.
Los bises pusieron la puntilla y ofrecieron lo que buena parte del público esperaba: una ristra de grandes éxitos a toda velocidad, con una estruendosa versión de «Born in the U.S.A.» que hizo temblar el estadio, una «Hungry Heart» contagiosa seguida por el rock frenético de «Seven Nights to Rock», «Dancing in the Dark» y «Tenth Avenue Freeze-Out». Fueron tres horas de vendaval, como apuntaba la prensa al día siguiente, de un artista sin límites, en estado de gracia y ofreciendo algunas de las mejores actuaciones de las últimas décadas, tocando cada tema con vigor, entusiasmo y una fidelidad y robustez que no siempre tuvo. Aprovechen, no será eterno. Hay que verlo ahora.
Fotos: Paolo di Pietro (1,2,4), Point Blank (3)