“El viajar es un placer que no suele suceder”. La inmortal rima de los celebrados poetas Gaby, Fofó y Miliki sigue teniendo hoy en día toda su validez, al menos en la vida del que firma estas líneas. Y es que lo de “no suele suceder” no es ningún eufemismo en mi caso: iba a volver a subirme a un avión después de veinte años. Ahí es nada.
El motivo: acudir a una de las liturgias que de tanto en tanto el reverendo Springsteen y sus acólitos imparten por esta zona del sur del viejo continente.