Malos tiempos para el striptease refinado
por Miguel Martínez
“El descubrimiento más consistente que he hecho tras cumplir 65 años es que no puedo perder tiempo en hacer cosas que no quiero hacer”, dice Jep Gambardella, el protagonista de la extraordinaria y felliniana La gran belleza, personaje que borda Toni Servillo. A través de su delirante juego de máscaras se retratan de forma devastadora superficialidades y anhelos de Roma y de cualquier ciudad. Al hilo de esa cita, y con el 65º cumpleaños de Bruce Springsteen en un horizonte no muy lejano (faltan menos de cuatro meses), me ha dado por tender puentes entre una cosa y la otra. Miento: todo empezó a finales de abril, con la publicación del EP American Beauty y esas reacciones enconadas que leí en los foros virtuales de tanto aspirante a periodista musical (precisamente ahora, cuando el oficio agoniza) que, haciendo ostentación de limitaciones y de falta de sosiego (se trata de llamar pronto la atención, ya, el primero), sacaban punta a los tópicos (facción negativa) y al desprecio por la argumentación, esa carencia que da compás a los solitarios distraídos. Todo agitación y fast food. Ya no se teje ni se hila.
Afirmó Charles Chaplin que sin haber conocido la miseria es imposible valorar el lujo. Ante la avalancha informativa de la actualidad, ante la avalancha de posibilidades de ver y escuchar grabaciones de estudio y directos de Springsteen de los últimos años, ante el lujo de disponer out of the blue de cuatro temas inéditos como los de American Beauty, uno, que viene de aquellos míseros tiempos en que poseer en casete -y escucharlo una y otra vez, night after night– el recopilatorio All Those Years era tener acceso a la joya de la corona (mis cortes favoritos, los ensayos para la gira de The River), tiempos en que la aparición de Crystal Cat nos dejó tan ojipláticos como el anuncio en 1996 de la colección de CDs The Lost Masters (qué momento, recibir el primero, Alone In Colts Neck. The Complete Nebraska Sessions, con “Pink Cadillac” sobrevolando Graceland a medianoche y aquel “Born In The USA” con la guitarra eléctrica dando un respingo tras “they’re still there, he’s all gone” que no sale en la versión del Tracks, ¡y con “Losin’ Kind”!)….
Uno, decía, ante este mundo que te pone a un tiro de YouTube los disfrutes por los que antes te pasabas semanas esperando al cartero y ante este mundo que se ventila una canción como “Hey Blue Eyes” con dos frases errantes dirigidas contra sí mismas, uno tiene ganas de (con perdón) vomitar. Porque, como se lee en el libro La sociedad del cansancio, de Byung-Chul Han, “la moderna pérdida de creencias, que afecta no solo a Dios o al más allá, sino también a la realidad misma, hace que la vida humana se convierta en algo totalmente efímero. Nunca ha sido tan efímera como ahora. Pero no solo esta es efímera, sino también lo es el mundo en cuanto tal. Nada es constante y duradero. Ante esa falta de Ser surgen el nerviosismo y la intranquilidad”. De tal manera que se acaba la gira Wrecking Ball / High Hopes y al minuto ya toca especular con nerviosismo e intranquilidad sobre si Bruce volverá en otoño o en 2015, y que si la caja de The River ¿para cuándo?, o si esos directos clásicos estarán ¿en Navidad?, etcétera.
El tour recién finalizado no se reposa, no se digiere. No se saborea. ¡Para qué! Será que es mejor la ansiedad, ese mecanismo de hiperactividad, como reacción a la vida desnuda. La histeria del trabajo y la producción. Cicerón incitaba a sus lectores a apartarse del foro y del jaleo de la multitud y a retirarse a la soledad de la vida contemplativa. Cuatro canciones nuevas aparecidas hace solo un mes bien podrían ser motivo de contemplación, ¿no? Cuando apareció “Streets Of Philadelphia”, una contra cuatro, hubo comida para semanas. Una gira donde han sonado cosas que de haberlo hecho en 1978 serian elevadas a la máxima potencia también debería poner en práctica la pedagogía de escuchar con calma. Pero a nivel colectivo no ocurrirá. Por suerte, y al margen de la frase inicial del protagonista sobre los 65 años y no perder el tiempo en naderías, si alguien me recuerda a Bruce en La gran belleza es esa bailarina que quiere seguir desnudándose ante el público igual que siempre y de quien su padre comenta: “Tiene 42 años y aún quiere hacer striptease refinado. Pero es el mundo el que ya no es refinado, ¿estoy en lo cierto?”. Está en lo cierto. Cuánto juego habría dado “Hunter Of Invisible Game” si hubiera estado en aquel “lost master” con las sesiones de Nebraska. O “The Wall”, si hubiese cerrado, en plan elegía, Born In The USA, tras “My Hometown”. Eran otros tiempos.