Tributo a Danny Federici (II)

por Fernando Navarro

Aquella tarde me colé en la habitación del hermano mayor de mi mejor amigo y salí con un doble disco, con la carátula bastante dañada, bajo el brazo. Mi amigo me dijo: “Ése creo que es uno de los preferidos de mi hermano, si te lo llevas, que no se entere”. De habérmelo dicho hoy, sin duda, hubiese hecho caso a la advertencia, pero ser un chaval te permite ciertas licencias como ser inconsciente. Por aquel entonces, el hermano mayor de mi mejor amigo podía haberme pateado el culo, pero sin pensármelo dos veces hice mío ese disco de portada azul y me largué a casa.

Creo que es uno de los primeros y más intensos momentos que recuerdo, y recordaré, de lo que es entrar en comunión con el sonido de un álbum. Caían pequeñas gotas de agua al otro lado de la ventana y la luz de la lámpara de mi habitación temblaba cuando puse a correr el primer compacto de The River.

(Lee el artículo completo en la sección Artículos)
.