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1978

Springsteen y el Roxy: 44 años de un mito

por Asier Miner

Darkness on The Edge of Town. La obra que consagró definitivamente los poderes de Bruce Springsteen.

Un disco oscuro, sincero, donde la realidad de la vida se impone. Los sueños presentes en su anterior entrega, Born to Run, la certidumbre de que un futuro mejor aguarda al final del camino, se diluyen en Darkness. Bruce ha madurado y ha sufrido, ha saboreado las mieles del éxito y, también, la decepción tras un amargo juicio con Mike Appel, mánager y amigo que se aprovechó de su ingenuidad cuando se unieron sus caminos.

El de Nueva Jersey estuvo dos años sin pisar un estudio de grabación. Por razones contractuales, debía tener el permiso de Appel para hacerlo. Tampoco era el dueño de sus canciones, en manos de su entonces mánager. El juicio supuso la única alternativa posible para recuperar el control de su obra, la libertad artística y, también, para dejar atrás la precariedad económica a la que estaba sometido, con Appel recibiendo el doble de ingresos.

Una vez superado el litigio, alzándose vencedor, llegó la hora de cocinar Darkness on The Edge Of Town. Su gestación estuvo claramente marcada por la frustración previa, la incertidumbre, la posibilidad de que su trayectoria se fuese al garete, el golpe de realidad al ver que las promesas pueden ser rotas con la fragilidad de una copa de cristal. Los personajes del disco deben hacer frente a vidas vacías, sin mayor ilusión que la de tratar de evadirse, como les sucede a los protagonistas de “Racing in The Street”. Mientras algunas personas mueren poco a poco, minuto a minuto, sin nada por lo que luchar, en esta perfecta composición él y ella prefieren hacer carreras a medianoche para limpiar sus pecados, para no dejar que la crueldad del día a día los devore.

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Springsteen y el Roxy: 44 años de un mito

por Asier Miner

Darkness on The Edge of Town. La obra que consagró definitivamente los poderes de Bruce Springsteen.

Un disco oscuro, sincero, donde la realidad de la vida se impone. Los sueños presentes en su anterior entrega, Born to Run, la certidumbre de que un futuro mejor aguarda al final del camino, se diluyen en Darkness. Bruce ha madurado y ha sufrido, ha saboreado las mieles del éxito y, también, la decepción tras un amargo juicio con Mike Appel, mánager y amigo que se aprovechó de su ingenuidad cuando se unieron sus caminos.

El de Nueva Jersey estuvo dos años sin pisar un estudio de grabación. Por razones contractuales, debía tener el permiso de Appel para hacerlo. Tampoco era el dueño de sus canciones, en manos de su entonces mánager. El juicio supuso la única alternativa posible para recuperar el control de su obra, la libertad artística y, también, para dejar atrás la precariedad económica a la que estaba sometido, con Appel recibiendo el doble de ingresos.

Una vez superado el litigio, alzándose vencedor, llegó la hora de cocinar Darkness on The Edge Of Town. Su gestación estuvo claramente marcada por la frustración previa, la incertidumbre, la posibilidad de que su trayectoria se fuese al garete, el golpe de realidad al ver que las promesas pueden ser rotas con la fragilidad de una copa de cristal. Los personajes del disco deben hacer frente a vidas vacías, sin mayor ilusión que la de tratar de evadirse, como les sucede a los protagonistas de “Racing in The Street”. Mientras algunas personas mueren poco a poco, minuto a minuto, sin nada por lo que luchar, en esta perfecta composición él y ella prefieren hacer carreras a medianoche para limpiar sus pecados, para no dejar que la crueldad del día a día los devore.

En general, el disco sigue por esta estela de desasosiego, pero siempre con una pequeña luz de esperanza en el horizonte, transmitiendo el mensaje de que, pese a los reveses de la vida, la evaporación de los sueños, las desilusiones generadas por la traición, las certezas ahora convertidas en dolorosas dudas, siempre vale la pena luchar, rendirse no es una opción.

Épica gira por Estados Unidos con parada en el Roxy de L.A

A la publicación del disco le siguió una gira por Estados Unidos, considerada como la más incandescente y épica ofrecida por Springsteen en toda su trayectoria. Entre los conciertos más recordados se encuentra el acaecido en el Roxy de Los Ángeles, un pequeño recinto con capacidad para apenas 500 personas, donde la intimidad que se respiraba entre el artista y su público creó un aura mágica, cuya leyenda llega hasta nuestros días. Se celebró el 7 de julio de 1978, hace exactamente 44 años.

El directo fue ofrecido en primicia por una emisora FM, al igual que otros cuatro durante la gira. Así pues, el brutal impacto de aquellas noches no fue únicamente recibido por las personas que las disfrutaron en vivo, sino también por miles de oyentes que quedaron hechizados por la abrumadora electricidad que emergía de sus diales.

Bruce salió al escenario del Roxy palpablemente disgustado, ya que muchas de las entradas fueron repartidas por la compañía discográfica a unos pocos privilegiados de la industria musical, el caso de artistas, mánagers o periodistas. El resultado de aquella decisión fue que muchos seguidores se quedaron fuera tras horas de espera. Nada más pisar el escenario, este fue el discurso del protagonista de la velada: “Hola, ¿Qué tal lo lleváis? Bueno, primero, quiero daros las gracias por haber venido, agradecer a L.A por tratarnos tan bien, los últimos dos días en la ciudad han sido fantásticos. Sé que hay mucha gente que ha estado esperando ahí fuera, y muchos de ellos no han podido entrar por una u otra razón y quiero pedirles disculpas. Si pudiera, invitaría a toda la ciudad. Me gustaría decirles, a quienes no pudieron entrar o lo han pasado mal en la calle, que lo siento y que es culpa mía. Yo no estaba tratando de convertir esto en una fiesta privada porque ya no doy fiestas privadas. Así que dadme sonido en este micrófono, vamos a tocar un poco de rock and roll para vosotros…”.

El concierto arrancó con una versión de “Rave On”, de Buddy Holly. Acto seguido, la primera pieza de Darkness, “Badlands”, donde Bruce escupió fuego por la boca en una interpretación más vigorosa y electrizante que la registrada en el estudio. Las otras composiciones de la obra del 78 que figuraron en el Roxy fueron: “Darkness On The Edge Of Town”, “Candy’s Room”, “The Promised Land”, “Prove It All Night” y “Adam Raised a Cain”, alcanzando todas su máxima expresión, con un nivel de intensidad que pone los pelos de punta y dejó a los allí presentes extasiados. Y cómo olvidar “Racing in The Street”, colocada justo antes que “Thunder Road”, lo que se repitió durante toda la gira. Ambas canciones se complementan a la perfección, reflejando la cohesión existente en la obra del de Nueva Jersey.

Lo explica inmejorablemente Julio Valdeón en su ensayo American Madness, Bruce Springsteen y la creación de Darkness On The Edge Of Town: “La naturalidad con la que ambas canciones enlazan hace creer, aunque sabes que no es así, que nacieron juntas, que ya en la cabeza de Bruce habían germinado para ser compañeras. Racing toma la historia allí donde acabó Thunder Road, con los jóvenes amantes un poco más viejos y jodidos, pero, buen conocedor del pulso que necesitaba un concierto, de que el público acudía para soñar, les daba la vuelta, ofreciendo primero el bocado de amargura y más tarde la promesa”.

Uno de los múltiples hechos que hace de este concierto algo especial es que en él se estrenaron dos de sus temas más memorables, inéditos en ese momento, que serían publicados en su siguiente obra, The River. Hablamos de “Point Blank” e “Independence Day”. La primera ya hacía gala de su descomunal dramatismo y amenazadora oscuridad, mientras que la segunda fue interpretada con el piano como único acompañamiento a la voz de Springsteen, quien dedicó la canción a su padre: “Escribí esta canción hace mucho tiempo. Mi padre siempre me decía que debía hacer las cosas mejor que él. Esta es para él”. Precisamente, la letra aborda los problemas entre un hijo y su progenitor, la enorme distancia que hay entre ellos, la nula comprensión de una relación abocada al fracaso, una frialdad que obliga a que cada unotome su propio camino, sin rencor pero sin vuelta atrás.

No faltaron clásicos como “Born To Run”, “Spirit In The Night”, “She’s The One” o “Backstreets”. Tampoco descartes de Darkness como “Fire” o “Because The Night”, maravillas por las que cualquier otro artista daría un brazo. En total, 24 canciones y 147 minutos en los que regaló, indiscutiblemente, uno de los mejores conciertos de su carrera. El del Roxy no fue el único episodio glorioso de una gira plagada de ellos, de recitales que marcan y definen una trayectoria. Sirvan como ejemplo el directo del Passaic (Nueva Jersey) o la experiencia sobrecogedora vivida en Winterland (San Francisco).  Cada noche, Springsteen y su banda poseían una bola de partido para demostrar que no tenían rival sobre las tablas, que habían regresado para quedarse, que eran un huracán escénico inolvidable. Daba la sensación de que la vida de Bruce pendía de un hilo y que aquellos conciertos eran su único pasaporte hacia la salvación. En los años venideros facturó giras extraordinarias, pero nunca más volvió a estar al borde del precipicio, en un abismo del que se libró por los pelos. En el 78, luego de unos años previos atroces y convulsos, buscaba la redención.

Los directos eran su válvula de escape, el lugar donde exteriorizar sus demonios internos. Era alguien que había conocido los senderos del infierno y que ahora tenía la oportunidad de conquistar la tierra a base de canciones incontestables, interpretadas con pasión y, sobre todo, con una verdad que conmueve, que inspira y contagia, provoca el llanto o la alegría, melancolía u optimismo, pero nunca indiferencia, porque todas y cada una de las personas que fueron testigos de la gira vivieron, junto a él, unos sentimientos tan reales como imperecederos. Cada concierto representaba la vida misma condensada en tres horas.

37 años de dos conciertos históricos en San Francisco

15 y 16 de diciembre de 1978: Bruce Springsteen está cerca de finalizar su gira Darkness on The Edge of Town cuando llega a San Francisco para ofrecer dos conciertos en el Winterland Ballroom que pasarían a la historia. La primera noche se emitió en directo por la cadena de radio KSAN (Bruce saluda a los oyentes de diversos estados al principio de «The Ties That Bind»), y el concierto alcanzó fama mundial al ser el más pirateado de su carrera. La magia de esa noche se aprecia a la perfección en la grabación del concierto (por cierto, un buen candidato para la serie de descargas oficiales), con insuperables versiones de «Streets of Fire», «Prove it All Night», «Racing in the Street», «Point Blank», «She’s the One», «Backstreets» o «Tenth Avenue Freeze-Out». Escúchalo en su integridad y sitúate en 1978…

Fotos vintage: Springsteen en 1974 y 1978

Hoy os recomendamos dos páginas web que harán las delicias de los seguidores de la etapa clásica de Springsteen:

HoustonphotosRockin in Houston‘ recopila extraordinarias imágenes de todas las visitas del cantante a Houston, desde 1974 a 2013. El fotógrafo Bruce Kessler ha recopilado sus mejores fotos, junto a las de otros colegas fotógrafos de Houston como Larry Lent o James Townsend. El resultado es una interminable colección que nos lleva desde las primeras y mágicas actuaciones en clubs como el Liberty Hall hasta los teatros (Music Hall) y los pabellones (Sam Houston Coliseum o The Summit). Un fascinante recorrido a través de los años. Incluye también posters y entradas de las actuaciones.

‘Bruce Springsteen and the E Street Band at the Cleveland Agora in 1978: Vintage photos’ El sitio Cleveland.com dedica un artículo al concierto en el Agora Ballroom de agosto de 1978, recientemente editado por Springsteen (en su colección de descargas de archivo). En el artículo ofrecen también una espectacular galería de fotos de esa noche mítica, y entrevistan a su autor, el fotógrafo Bob Ferrell, afortunado de poder inmortalizar tal evento.

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