Los conciertos de la actual gira High Hopes siguen la tónica de los últimos años: la imprevisibilidad del repertorio. La estructura del concierto es muy similar a la última fase de la gira Wrecking Ball, con tres partes muy marcadas: en la primera hora y media Springsteen sorprende tocando todo tipo de canciones, una quiniela imposible de acertar, incluyendo 3 ó 4 canciones del nuevo álbum. Es el momento de dejarse sorprender por esas joyas que todo el mundo tiene en su memoria pero que raramente tendrá ocasión de escuchar. Para unos es «Lost in the Flood» o «Incident on 57th Street», para otros «Leap of Faith», o «Something in the Night», «Jackson Cage», «Spare Parts», «Trapped», «Night», «For You» o…
Pasado el impacto inicial el resto de la noche sigue por derroteros más clásicos y seguros: empiezan a brotar los éxitos y las canciones más populares entre la concurrencia. Es la hora de la efusividad de «Waitin’ on a Sunny Day», «Darlington County», «The Rising», «Working on the Highway», «Lonesome Day», «Shackled and Drawn» o la traca final con «The Ghost of Tom Joad», «Land of Hope and Dreams» o «Badlands». Y finalmente, en el tercer y último bloque encontramos un grupo fijo de bises que ponen en pie a cualquier estadio. Son disparos infalibles: «Born in the U.S.A.», «Born to Run», «Dancing in the Dark», «Tenth Avenue Freeze-Out» o la imprescindible «Thunder Road».
Springsteen sabe que su público más fiel y dedicado (el mismo que pasa noches descargando con fervor sus conciertos o dedicando días enteros a hacer cola para obtener la mejor posición en el pit) está pendiente de ese primer tramo, y en estos días parece resoluto en querer ir siempre más allá para saciar esa sed de canciones y emociones. Esta semana en Perth han sonado 57 canciones distintas en tres conciertos, el mismo registro que en las tres noches en Ciudad del Cabo.
Y la última noche decidió rizar el rizo: el concierto empezó con una apoteósica versión del clásico «Highway to Hell» de AC/DC, en la ciudad donde creció su cantante Bon Scott, y a sólo media hora del cementerio de Fremantle, donde está enterrado (Scott falleció en febrero de 1980). La canción pone el listón alto: electricidad roquera de alto voltaje, con intercambio de guitarrazos entre Nils, Tom, Bruce y Steve. Y Bruce sorprende de nuevo, manteniendo y alzando la tensión eléctrica: llegan sin descanso «Badlands», y luego… ¡»Adam Raised a Cain», «Streets of Fire» y «Candy’s Room»!, y sin tiempo a respirar «High Hopes», «Just Like Fire Would» y «Spirit in the Night».
El ritmo prácticamente no bajó en ningún momento, incluyendo la «segunda fase» del concierto, donde decidió que no iba a ser previsible y prescindió de «Sunny Day» y «The Rising», para dar cabida a dos estrenos («Downbound Train» y «Radio Nowhere») y finalizar el show, siguiendo con el ritmo endiablado que llevaba, con «Land of Hope and Dreams». No hubo tregua.
De hecho, no cantó ni una sola balada hasta que volvió al escenario para los bises, con una sentida versión de «The Promise» cantada en solitario, al piano. Fin de la pausa. A continuación siguió media hora de éxtasis colectivo a ritmo de rock, culminando con «American Land». Y luego la despedida habitual en esta gira, en solitario de nuevo y provisto de una guitarra acústica, compensando el derroche energético anterior con dos temas reposados: «Terry’s Song» (en recuerdo al fallecido Terry Magovern) y «Thunder Road».