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Concierto memorable en Londres

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Horas antes del concierto el debate entre los fans consistía en acertar qué disco completo tocaría Springsteen en su concierto en Londres. Las opiniones mayoritarias optaban por Born in the USA (por sus tres conciertos en ese mismo escenario en 1985) o Born to Run (por ser la primera gira que llegó a Londres, en 1975). Bruce sorprendió a todos con una interpretación magistral de su obra maestra Darkness on The Edge of Town.

Rebobinemos. Horas antes la lluvia caía sin piedad sobre los miles de fans que hacían cola en las puertas del inmenso estadio de Wembley (71.000 entradas, todas agotadas). Sobre las cinco de la tarde la lluvia amainó y pudimos disfrutar de un concierto «en seco» y sin más contrariedades. «Land of Hope and Dreams» abrió fuego de forma espléndida, con los vientos en toda su gloria y Bruce enchufado desde el primer minuto. El atronador redoble de Max Weinberg dio paso a la furia de «Jackson Cage» y el nivel de tensión roquera se disparó. Sin pausa, enlazó con «Radio Nowhere». Más guitarras, más energía para un arranque demoledor.

«Save My Love», del injustamente olvidado The Promise, sonó a continuación, a petición de un fan. Del mismo modo llegó «Rosalita», pletórica, inmensa, alegre, desbordando expectativas con tan sólo veinte minutos de concierto (por suerte Bruce descartó un cartel que pedía «Hungry Heart»: «No… demasiado fácil», dijo). Bruce y Steve compartiendo micro, carreras, bailes, caretos divertidos y júbilo por doquier.

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Una breve pausa para retomar el aliento y más sorpresas: «This Hard Land», en una versión con toda la banda, delicada, emocionante, culminada con ese vital solo de armónica, calcado a la versión original. Una petición más trajo una inmensa «Lost in the Flood», cantada e interpretada con fuerza, como todo hasta ese punto. Bruce y la banda sonaban pletóricos, con ganas, con los tempos adecuados, sin ese tono lento o desganado que en ocasiones puede aparecer de forma inconsciente. No era el caso.

Tras dos canciones de Wrecking Ball y un «Hungry Heart» (ahora sí) que levantó del asiento a los londinenses, llegó el momento de la verdad y una frase que Bruce lanzó al aire: «Podemos seguir tocando más peticiones o podemos tocar Darkness on the Edge of Town de inicio a fin». El rugido en favor de Darkness decantó la balanza y Bruce aulló «one, two» de inmediato, dando paso a una versión inspirada de «Badlands», a su ritmo original, seguida de ese trallazo llamado «Adam Raised a Cain», el lamento de «Something in the Night» o la tensión de «Candy’s Room».

La elección de Darkness elevó el concierto a un nivel imprevisto. Joya tras joya de ese disco monumental nos sacudieron sin piedad, y en especial el increíble trabajo de Roy Bittan en un «Racing in the Street» sublime e interminable, una preciosa «Factory» o la desgarradora «Streets of Fire», uno de esos momentos que siempre deja KO y nos transporta a épocas gloriosas. El resto del concierto siguió los cauces festivos habituales, pero ya poco importaba después de casi dos horas de tocar el cielo con una actuación impecable y tantos momentos inolvidables.

«Light of Day», explosiva, fue la guinda al pastel antes de que el público finalmente explotara en los bises, en una recta final de celebración colectiva culminada en un último e inesperado bis de la mano de «Thunder Road», con el estadio en silencio absoluto mientras Bruce se despedía en solitario con una de sus canciones insignia. De lo visto, uno de los mejores conciertos de toda la gira Wrecking Ball. Una actuación demoledora, y es que cuando Springsteen se presenta de la forma que lo hizo en Londres el concierto se convierte en algo único, colosal.
Salvador Trepat.

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