El concierto en Viena se inició de forma irregular, con un Springsteen cansado y con voz quebrada, ante un público poco animado. No fue hasta pasado «Spirit in the Night», recurriendo a peticiones de carteles (como «Rendezvous», «Trapped», «Empty Sky» y «Loose Ends») cuando Bruce recuperó el camino y consiguió reanimar el concierto, consiguiendo motivar al graderío. Y la excitación general llegó con «Shackled and Drawn» y «Waitin’ on A Sunny Day», en esta ocasión seguidas de «Raise Your Hand», tema con el cual consiguió mantener el nivel de fiesta que empezaba a contagiarse por el estadio.
«Tougher Than The Rest», interpretada en solitario al piano, fue la sorpresa de la noche, seguida de la monumental «Racing in the Street». Pero cuando realmente se encendió el público de Viena fue durante los bises, cuando recibieron todos los éxitos que ansiaban (incluyendo «Hungry Heart» y «Glory Days») y Springsteen convirtió una actuación de trámite (actuar dos días seguidos no parece lo más adecuado para estar en plena forma) en un final épico con «Tenth Avenue Freeze-Out» y «Twist and Shout».