Tras la exhibición del viernes en el imponente Madison Square Garden, Bruce Springsteen regresó al pabellón el lunes para un segundo y último concierto. El listón estaba alto pero Springsteen lo igualó sin ningún problema, en otra noche mágica, con un concierto pletórico. Decidir cuál es el mejor de los dos (o de los tres si contamos con el segundo gran concierto en Nueva Jersey del miércoles) es difícil, discusión imposible y eterna que, a la postre, la decanta solamente la preferencia particular de cada uno por una u otra canción. El de New Jersey marcó a algunos, el del viernes a otros (nos incluimos) y el del lunes a muchos otros.
Da igual, porque fueron tres noches de intensidad y entrega como pocas veces hemos visto. Bruce y su misión: aquí estamos, mejor que nunca. Cantinela promocional repetida en entrevistas gira tras gira, sólo que ahora es verdad: la E Street Band suena extremadamente compacta, poderosa, indiscutible en todos los palos. Y Bruce está en plena forma: vocal y física. Ni atisbo de la temida afonía, y con un despliegue/derroche de energía física increíble. Tres horas de concierto al máximo nivel, sin tregua, sin trampas, sin descanso.
¿Por qué? Difícil saber sus motivaciones, pero comentando con otros fans surgía la duda de si quizá el bajón de los tempos de las canciones en giras recientes era para adaptar las mismas al ritmo de Clarence. Podría ser, ya que el ritmo de ahora es endiablado, y Jake Clemons, con su potencia física y su juventud, impregna las canciones de vitalidad. No sólo cumple sino que ocupa, con dignidad y aplomo, el lugar de su tío, y ha conseguido en pocos días el respeto y admiración de la grada. Cada solo es aplaudido, vitoreado y aclamado con fuerza. Además anima, hace coros, toca tambores y otros instrumentos, jalea al público y se permite unos pasos de breakdance junto a su jefe.
El lunes «Badlands» abrió fuego de nuevo, seguida de dos disparos certeros («We take care of our own» y «Wrecking Ball») que cada día suenan mejor. «Out in the Street» terminó de poner el Garden en pie (hasta aquí, el mismo setlist que el viernes. Lástima saber, a posteriori, que «The Ties That Bind» era la canción prevista en esta posición). Todo igual hasta «My City of Ruins», un claro highlight de estos conciertos con su homenaje final a los ausentes (y dos grandes focos sobre las posiciones de Clarence y Danny). Bruce anuncia que va a tocar algo de los primeros tiempos, y llega «Spirit in the Night» y el primer contacto con las primeras filas. Excelente versión. Le sigue «Thundercrack», en una versión espléndida, repleta de guitarras y duelos entre Bruce, Nils y Steve.
Tras «Jack of All Trades» la actuación sube en intensidad con la recuperación de «Trapped», soberbia en esta gira, tan ’81, seguida sin respiro por una impecable «She’s the One»: ritmo frenético, percusiones por doquier, guitarrazos, maracas, armónica… y el maravilloso duo vocal entre Steve y Bruce. A partir de ahí el ritmo es creciente, hasta llegar a «Because the Night», y Nils ofrece un solo demoledor e impecable. Se acerca el final, y cuando esperamos otra emotiva versión de «Thunder Road» nos sorprende con un estreno insólito en ese momento: «Backstreets». Y el Garden se hunde. Rugido espectacular de aprobación ante semejante obra maestra, cantanda con pasión. La empareja con «Land of Hope and Dreams» para finalizar el concierto. Un acierto.
Para los bises la E Street Band va sin freno y el público entra en euforia: «Rocky Ground» se gana al personal día a día, una sorprendente «Rosalita» explota en alegría, vientos y danzas, seguida de un «Born to Run» de infarto, cantado al unísono por 20.000 voces: ensordecedor. «Dancing in the Dark» pasa a toda velocidad y la noche acaba nuevamente con «Tenth Avenue Freeze-Out», en la que, creo, ha sido la mejor versión de la gira: Bruce cantaba como si fuera el inicio del concierto, pero llevaba ya tres horas sobre el escenario, corriendo por la pasarela hasta el pequeño escenario en el segundo vallado, con las luces encendidas, el Garden entregado y cara de satisfacción. Estamos molidos, agotados, exhaustos, y Bruce sigue y sigue como si nada. ¿Es 1978 ó 2012? Finalmente abandona el escenario tras una larga despedida y una merecida ovación.
PD: mención especial para el imbatible Max Weinberg y su impresionante trabajo en esta gira.
Crónica de Salvador Trepat.
Fotos: courtesy Caryn Rose/Jukebox Graduate.com