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Bruce Springsteen: uno di noi

B__SS15912por Cris Magdaleno

Uno a veces se pregunta si es conveniente mitificar a ciertos seres humanos. Muchos señalarán la necesidad de tener referentes en esta vida para hacerla algo más llevadera, mientras que otros asegurarán que fabricar figuras a los que asociamos más con la providencia que con los mortales nos hace bastante más mal que bien.

¿Es o ha sido Bruce Springsteen un mito? No. La grandeza de este tipo de Jersey reside en que, viviendo en una mansión en los altos de no sé qué colina norteamericana, todavía puede seguir conectando con el público de cualquier ciudad y cualquier país del mundo. Ha sabido relatar las diferencias entre las expectativas y los sueños con lo que finalmente nos ha deparado la vida a cada uno de nosotros. Y lo hace sin paliativos. Durante casi cuatro horas de puro rock and roll. Con luces y sombras, sí. Pero como todo. De eso se trata.

Lo que Springsteen logra, y sigue logrando aún ahora, no tiene mucha ciencia, a pesar de que es verdad que no siempre está al alcance de todos. Bruce sube al escenario y es capaz de despiezarse a sí mismo a través de las canciones que ha escrito a lo largo de su vida. Presentándose con sus miedos e inseguridades. Con sus historias de amor y sus fracasos. Con sus disyuntivas existenciales y sus distintas fases vitales. Presentándose ante todos, al fin y al cabo, con lo que representa la vida. Construyendo un espejo en el que mirarnos y en el que compartir lo que hemos experimentado hasta ese preciso momento, en el que te reconcilias un poco con todo. No hay mejor disco para esta catarsis que el que fija el rumbo de esta gira: The River.

B__SS15876La segunda y última noche de Bruce Springsteen y la E Street Band en San Siro tuvo lugar este martes. Con sólo una parada más por delante en la agenda italiana de este tour (Roma) el Boss ofreció uno de los mejores conciertos de la parte europea de El Río.

Aunque con menos material de The River que el domingo, fue la primera vez en Europa que Bruce abrió con el outtake Meet Me In The City, demostrando que es un gran show opener capaz de levantar del asiento de igual manera que cualquier otro de sus grandes éxitos. Mención especial para Stevie Van Zandt, por cierto, que pareció disfrutar tocando la canción casi más que cualquiera de los que estábamos allí.

Tras una soberbia y potente Prove It All Night le siguió Roulette, tan cruda como siempre, con los italianos rugiendo cada vez que llegaba el turno de gritar el título de la canción. Hasta Fire, que nunca había sido tocada en San Siro, durante las 8 primeras canciones del espectáculo no hubo tiempo para reponerse. Una tras otra hasta Rosalita, que lamentablemente está siendo poco frecuente en suelo europeo.

Something in the Night estuvo perfectamente ejecutada y elevó la categoría del concierto hasta prácticamente un nivel etéreo. Incluso los clásicos bramidos de Bruce durante este tema fueron replicados por los fans en San Siro, que hacían honor a su fama de ser, según el propio Springsteen, el mejor público del mundo.

La velada del martes tuvo mucho del Darkness on the Edge of Town, con un Bruce apoteósico a la guitarra al más puro estilo 1978. Apareció también Racing in the Street y Streets of Fire, con una fantástica interpretación de Roy Bittan, el pianista, que no se cansa de demostrar noche tras noche que es absolutamente imprescindible. También en The Price You Pay jugó Bittan un papel sublime. La ausencia de esta joya en muchos conciertos de esta gira está injustificada. Al igual que el reciente olvido que Springsteen le procura a I Wanna Marry You con la intro Here She Comes, que demostró ser enormemente evocadora en la gira española, por ejemplo.

Tras Badlands, y el casi derrumbe de los cimientos del Giuseppe Meazza por culpa de la locura que genera esta pieza, comenzaron los bises. Si bien el domingo fue el turno de Jungleland, esta vez lo fue para otra epopeya de proporciones bíblicas recogida también en Born to Run. Una de esas joyas del Springsteen urbano y callejero: Backstreets, que puso la guinda a un concierto extraordinario y probó que Bruce es capaz de lo mejor aún cuando parece que algunos le cuestionan, a menudo con razón, su populismo y su claudicación ante las masas y los grandes éxitos. No hubo esta vez Waitin’ on a Sunny Day, aunque sí Darlington County. No nos libramos de ella ni repitiendo noche. Aún así, lo cierto es que el balance total de las dos noches fue muy positivo.

B__SS15872Born to Run sirvió de nuevo como eucaristía springsteeniana con la que redimirse de absolutamente todo, mientras los focos mostraban el brillo en los ojos de muchos de los que estábamos allí presenciando una noche irrepetible. Seven Nights to Rock puso la nota de color cincuentera y Shout y Bobby Jean finalizaron la fiesta. Aunque, como es ya habitual, Bruce volvió a salir portando cual escudo su guitarra acústica y su armónica. Antes de tocar, Springsteen dedicó unas palabras en italiano con las que mostraba al público su agradecimiento por las dos noches en San Siro: «Os amo, Milán. Os amo, San Siro». This Hard Land fue el último tema.

Y tal como dice la canción, mientras veíamos al hombre que ha contado muchos de los episodios de nuestra vida, permanecimos fuertes, permanecimos hambrientos y permanecimos vivos. Es necesario hacerlo, sobre todo cuando, como a mí, ya no te quedan más conciertos de Springsteen en el horizonte. Cuando te tienes que marchar a lidiar con lo que algunos conocen como el Bruce’s blues (la depresión post-Bruce, por decirlo de alguna manera).

Si algo espero de las giras venideras es que Springsteen sea un poco más consciente de que ha llegado a una etapa vital en la que debería cuidar algo más su legado. Estos conciertos siempre sientan bien. Son fuente de adrenalina y satisfacción en grandes dosis. Pero siento que Bruce y la E Street Band hacen este tipo de espectáculos porque están apurando una máquina de hacer rock and roll que dentro de pocos años ya no será capaz de tocar así durante 4 horas. Y me parece bien. Pero creo que es posible, y necesario, tomar una nueva dirección. Reinventarse estará bien. Todos lo hemos hecho en algún momento de nuestra historia. Y, al final, creo que Springsteen también lo hará. ¿Sabéis por qué? Porque, aunque a veces no lo parezca, es uno di noi.

Fotos: René Van Diemen. Courtesy of Backstreets.

Madrid: Wrecking Ball in the USA

por Cris Magdaleno

La tercera y última actuación de la gira The River en España finalizó ayer en el Santiago Bernabéu con 55.000 personas saltando y gritando durante más de tres horas al ritmo de los grandes éxitos de la carrera de Bruce Springsteen.

panoComo en 2012, Badlands abrió el concierto y arrastró al estadio a la más absoluta locura. Un público algo más vibrante que en las anteriores citas de este tour permitió al Boss dirigir la noche a través de temas que, progresivamente, sumieron a los fans en la histeria colectiva que este tipo de espectáculo requiere, sin tiempo casi para mediar palabra.

signsTras My Love Will Not Let You Down y una electrizante Cover Me, se vislumbraba el comienzo del Río con The Ties That Bind, Sherry Darling y Two Hearts, pero fue interrumpido por Wrecking Ball, una de las sorpresas de la noche. Lo cierto es que la velada tuvo mucho de aquel interminable show del 2012. La incursión en el setlist de My City of Ruins y, más tarde, de Spirit in the Night, además del eco horrible y el sonido acoplado durante casi todo el concierto, nos retrotrajo a aquel caluroso 17 de Junio. La emotiva My City of Ruins logró trasladarnos a una iglesia anabaptista de la América profunda donde música y oración se conjugan a la perfección, con ese momento de predicador que a Bruce tanto le gusta. El público, with these hands, siguió cada nota, hasta el final, en perfecta comunión.

pointingCorría el rumor de que Gary US Bonds podría aparecer por la capital española, así que muchos aprovechábamos la cola para recordar con enorme cariño aquella vez que el Santiago Bernabéu se convirtió en un pequeño antro de Asbury Park mientras Southside Johnny y Bruce se desgañitaban con Talk To Me. Sin embargo, Gary no apareció y Bruce continuó con su trabajo, de pico y pala, martilleando a sus fans con un éxito tras otro (Hungry Heart, Out in The Street, The Promised Land…). Poco tiempo tuvieron para estar sentados aquellos que prefirieron grada.

Gracias a una de esas pancartas de cartón, pudimos disfrutar de una fantástica y poderosísima Trapped, cover de Jimmy Cliff, que enlazó muy bien con The River y Point Blank, las dos últimas canciones que interpretaría Bruce del disco que da nombre a la gira. Si hace varios años nos hubiesen dicho que Point Blank gozaría de tanta importancia y frecuencia en los setlists, muchos habríamos firmado con los ojos cerrados, sin importar el resto. Pero hoy no todo vale. Si bien fue una interpretación fantástica, con Roy Bittan haciendo gala de su enorme maestría, a partir de aquí Springsteen se rindió a las masas: el Boss encadenó cuatro canciones seguidas de Born in the USA. Downbound Train, por cierto, derrochó la tristeza de la historia que narra en todos y cada uno de sus acordes y su actuación fue tan maravillosa como siempre. A veces estigmatizamos todo el álbum Born in the USA, pero tiene joyas de este calibre. Pero lo que siguió fue un brindis al sol, con bailes rockabillys, shalalas y niños cantores en Waitin’ on a Sunny Day que ni siquiera se sabían la letra de la happy pop song de The Rising.

nensAyer hubo un detalle que refleja muy bien en qué se convierte Springsteen cuando toca en un estadio delante de tanta gente entregada a lo que sea. Johnny 99 cuenta la historia de un hombre al que prácticamente han desahuciado de la vida. Se ha quedado sin trabajo, es un asesino por pura desesperación y no tiene ningún motivo por el que vivir, pero ni siquiera le conceden el alivio de ser condenado a muerte. La canción es un verdadero drama. Pues bien, ayer formó parte del tramo festivo del espectáculo, con bailes y risas tanto en el césped como sobre el escenario. Curioso.

El solo de Nils Lofgren en Because the Night puso un poco de sentido y Land of Hope and Dreams, cuidada, emocionante y perfectamente ejecutada cerró el mainset antes de los bises.
13236259_10154176301327370_1202219965_nEn este tren va mucha gente. No sólo los fans agolpados en las primeras filas que buscan rarezas y ponen mala cara cuando Waitin’ on a Sunny Day, que no se encontraba en el setlist original, desplaza a Racing in the Street, planeada previamente por Springsteen. Bruce es complaciente y, por qué no decirlo, populista. No va a levantar un estadio con Racing. Con el Glory Days de turno lo hará. Y hay que asumirlo. Es su decisión. Aunque es criticable. The River Tour ayer no fue tal. Hubo más canciones de Born in the USA que de The River, que es algo muy grave. Muchas de las canciones de The River que sonaron en Madrid no hacen justicia al disco. El disco no es sólo Hu
ngry Heart
y Out in the Street: es también Stolen Car, Fade Away, Drive All Night o Wreck on the Highway.

Los bises, ya con las luces encendidas, ofrecieron lo mismo que en los tres anteriores conciertos. Born in the USA, Born to Run, Glory Days, bailecito en Dancing in the Dark, Tenth Avenue Freeze-Out, movimientos de brazos a un lado y a otro en Bobby Jean y gritar aaaaahhh muy fuerte en Twist and Shout. El estadio parecía venirse abajo en cualquier momento.

13282287_10154176313367370_728022058_nCuando se despidió la E Street Band, y recuperando la costumbre que también era habitual durante la gira Wrecking Ball en 2013, Bruce volvió a salir armado únicamente de su guitarra acústica y su armónica. La intro de Thunder Road marcaba el camino y amortizaba para muchos el precio de la entrada. Bruce seguía siendo Bruce. Esperemos que no se seque más el Río. Veremos por dónde nos seguirá llevando en Europa. Suponemos que these two lanes will take us anywhere.

Fotos: Rubén García/SalvaTrepat/Point Blank

Setlist completo concierto Madrid

Galería de fotos del concierto en Madrid

Donostia: Boss Time

hungry
por Cris Magdaleno

La segunda parada de la gira The River tuvo lugar en Donostia, Euskadi, este martes 17 de Mayo. Los fans se dieron cita en el Estadio de Anoeta para otro maratoniano concierto de Springsteen que, durante más de 3 horas y media, extasió y agotó a las 35.000 personas que se concentraban en el campo de la Real Sociedad.

En Europa, y seguramente también en Estados Unidos o en cualquier otra parte en la que Bruce es ya un habitual, encontrarás a muchos seguidores de Springsteen que te aseguren que su ciudad es especial. Que con ellos el de New Jersey tiene algo que no tiene con el resto del mundo. Este martes casi todo giraba en torno a los grandes conciertos que Bruce ha hecho en la capital de Gipuzkoa. Cierto o no, es un hecho que a Bruce le gusta mucho Donosti. Ha venido en varias ocasiones únicamente de vacaciones y, por lo menos ayer, se le notaba muy a gusto. Aunque quizá sea porque tiene ese don. Puede meterse en el bolsillo a un estadio entero aquí, en Australia o en Argentina. Y a los que viajamos expresamente para verle nos hace sentir todas las noches como en casa.

steveBruce Springsteen se debió levantar en su habitación del María Cristina sintiendo un pequeño gusanillo rockabilly que le llevó a abrir el concierto con Working on the Highway. Después, simplemente, disparó un trallazo de rock and roll calcado al de Barcelona, enlazando No Surrender, My Love Will Not Let You Down y The Ties That Bind, que daba comienzo al contenido de The River.

No hubo que esperar demasiado para uno de los grandes momentos de la noche. Haciendo gala de un viejo truco, cogió una pancarta de una canción que tenía previsto tocar y la enseñó a la cámara como si se hubiese salido de un guión perfectamente medido: tiempo para Independence Day. Bruce estaba algo más hablador que en Barcelona e introdujo la canción hablando de padres e hijos, del momento vital en el que escribió este tema y lo que significó para él descubrir que su padre era humano, que tenía sueños y esperanzas. Tras este paréntesis, continuó la fiesta con Hungry Heart y Out In The Street.

fireEl debut de Fire, gracias a una petición en un abanico, permitió que Bruce y Patti pudiesen mostrarse intensos y pasionales ante los ojos de miles de espectadores, que se desgañitaban cuando el silencio se abría paso y había que gritar el título de la canción.

Sin tiempo para envidiar lo muy enamorados que parecen, que tampoco es que sea demasiado relevante para el espectáculo, arrancó la maravillosa I Wanna Marry You, con Here She Comes como introducción. Los fans deberían rezar para que sea fija en todos los conciertos. Es una combinación tan perfecta y bella que sería un sacrilegio que se cayese de los setlists. Aunque con Springsteen nunca se sabe.

El trío de canciones más duro del concierto, por sus letras desoladoras y brutales interpretaciones, lo formó The River, Point Blank (que, otra vez, mostró a un Roy Bittan espectacular al piano), contando la historia sólo con el teclado y sin necesidad de nada más, para que después Springsteen la cantase apretando los dientes, como si de verdad le estuviesen disparando a quemarropa estrofa tras estrofa, y una Murder Incorporated que puso fin a este tramo y precedió el momento erótico-festivo del show. Ramrod, Darlington County, I’m Goin’ Down y Waitin’ On A Sunny Day, con niña cantora incluida. Mucho se habla de los pocos artificios que Bruce necesita para elaborar un show completo y muy por encima de lo que muchos artistas son capaces de hacer utilizando grandes escenarios y espectáculos de luces. Lejos de darle smallstageCrisMagdaleno2outtakes y rarezas a los que sacrifican su tiempo para estar en el pit, sabe muy bien que para que las miles de personas que acuden a sus conciertos canten, bailen y griten como si estuviese a punto de llegar el apocalipsis tiene que tirar de greatest hits facilones y poco complejos, pero que parecen hacerle muy feliz.

Tras Waitin’, la maravillosa y emocionante Drive All Night (la declaración de amor más absoluta: “conduciría toda la noche únicamente para comprarte unos zapatos.”) con un poderoso solo de saxo, la vigorosa voz de Bruce y una luz azul muy tenue que nos metía a todos de nuevo, durante un par de minutos, en una actuación algo más íntima.

Thunder Road, coreada y muy sentida por las masas, como siempre, y un Badlands que hizo temblar hasta el último centímetro de Anoeta cerraron el mainset del tercer show en la historia de Donostia.

ramrodBorn in the USA abrió los bises, sin sorpresas aunque sin la habitual Shout, copados de material del Born in the USA y la sempiterna y necesaria Born to Run. Twist and Shout parecía el final con que el Boss echaría el cierre, pero aún le quedaba algo más de gasolina para seguir dos canciones más. Bobby Jean fue el último tema con la E Street Band, que se despidió después tres horas y media tocando sin parar.

Bruce volvió a salir, esta vez ya para cerrar de verdad, armado con su guitarra acústica, su armónica y su voz rasgada. A cappella, nos dijo casi al oído que permaneciésemos fuertes, hambrientos y muy vivos. Y que si no podíamos, nos encontraríamos «in a dream of This Hard Land«. Allí nos veremos siempre. Agur.

Donosti… <<You’ve just seen the heart stopping, pants dropping, house rocking, earth quaking, booty-shaking, Viagra-taking, history-making, le-gen-da-ry… E – Street – Band>>.

Fotos: S.Trepat (2,3,5)/J.Aguilera (1)/C.Magdaleno (4)

Setlist completo.

Springsteen en Barcelona: rock and roll en vena

river original LPpor Cris Magdaleno

El 21 de Abril de 1981, Bruce Springsteen llegó por primera vez a Barcelona para presentar el disco The River. Era su primer concierto en España. Para los fans que pudieron asistir, la sensación de épica y misticismo respecto a aquella noche sólo aumenta a medida que pasan los años. No es casual que su biógrafo, Dave Marsh, diga que es uno de los mejores recitales que el de New Jersey ha dado jamás.

35 años después, y conmemorando la publicación de ese mismo álbum, Springsteen volvía a Barcelona para el inicio de la gira europea de The River, tras pasar varios meses recorriendo pabellones en América durante cuatro meses. Con las expectativas muy altas y un Camp Nou con 65.000 personas a punto de hermanarse en torno a la E Street Band, Barcelona ansiaba el regreso del Boss después de cuatro años de espera.

Como ocurre con sus primeros discos, la música de The River rebosa atemporalidad. Es un álbum capaz de acompañarte a lo largo de tu vida, adaptándose y cambiando de significado, pero que jamás se se torna viejo o anacrónico. Crece contigo.

IMG_2857 pulseras“¡Hola Barcelona! ¡Hola Catalunya!” y a partir de ahí… éxtasis absoluto. El concierto que anoche abrió la gira es toda una declaración de intenciones por parte de Bruce, que encadenó éxito tras éxito haciendo vibrar desde las primeras filas del pit hasta la Grada Nord del estadio. Badlands, No Surrender, My Love Will Not Let You Down y The Ties That Bind, con un espectacular Max Weinberg relampagueando y haciendo trizas su batería, marcando el ritmo de la noche, casi sin parpadear y chorreando sudor desde la primera nota. Una tras otra, sin medias tintas, sin mediar palabra: no hacía falta decir absolutamente nada. The Ties That Bind inició la veda para que Springsteen nos adentrase en el río.

A pesar de las quejas de algunos fans, que refunfuñaban porque Bruce había anunciado en América que no tocaría en Europa The River entero y en orden, lo cierto es que el álbum fue el hilo conductor de la primera parte del concierto. En el setlist hubo 12 canciones de las 20 que conforman el disco. Aunque de vez en cuando Springsteen se permitía la licencia de tocar algunos éxitos con los que sabía que el fan medio enloquecería, como Glory Days o I’m Goin’ Down, o outtakes para compensar a los más exigentes, como I Wanna Be With You.

IMG_2874 riverLas posibilidades de Bruce Springsteen, con un repertorio tan amplio, son infinitas. Sus conciertos, de manera general bastante imprevisibles, dejan gratas sorpresas que difícilmente olvidas. Los conciertos de Bruce son catárticos y liberadores, pero también cuenta con partes profundas y un tanto oscuras que estremecen. La voz desgarrada de Bruce dejó sin aliento a sus fans durante el tramo en el que tocó I Wanna Marry You (la intro con Here She Comes es sumamente bella y perfecta), The River, Atlantic City (que aunque no pertenezca al disco que da nombre a la gira, su temática encaja muy bien con las demás piezas) y Point Blank. La crudeza de la vida. Por eso The River es nosotros. Porque hay momentos de alegría (Sherry Darling, Out in the Street…), o de amor (Drive All Night), pero también hay lágrimas, decepciones y fracasos. Fue difícil no tener escalofríos mientras los dedos de Roy Bittan acariciaban las primeras notas dePoint Blank.

Las dos últimas canciones de The River que sonaron ayer en el Camp Nou fueron Drive All Night y The Price You Pay. La gira americana ha permitido a Springsteen y a la E Street Band gozar de un gran estado de forma, con una enorme precisión y coordinación entre los músicos. La máquina estaba perfectamente engrasada y Jake Clemons nos condujo con su saxo a través de la balada por excelencia de este disco. The Price You Pay volvió a demostrar que Roy Bittan es un genio imprescindible y que la voz de Bruce en esta etapa vital demuestra un vigor y una potencia fantástica.

El último trozo del concierto antes de los bises volvió a ser un trallazo de rock y adrenalina. Bruce se recreó con Prove It All Night (sin la increíble intro del ’78 que sí que tocó hace cuatro años en la ciudad condal), The Promised Land y Because The Night. Cerró el mainset con Thunder Road, que es ese momento en el que a todos nos brillan un poco los ojos, por unas cosas o por otras, porque es la canción de nuestra vida.

No hubo casi tiempo para aplausos. Después de tres horas empezaron los bises, las luces se volvieron violetas y los primeros acordes de Purple Rain empezaron a sonar. La nostalgia hizo corear la canción a todo el estadio durante uno de los momentos más mágicos de la noche, por inesperado. El solo de Nils Lofgren fue uno de los highlights de la noche.

El maratón acabó con las previsibles Born in the USA, de la que no se desprende, especialmente en Europa, Born to Run,Dancing in the Dark, Tenth Avenue Freeze-out, Shout, Bobby Jean y Twist and Shout. 3 horas y 40 minutos de Rock and Roll. En vena.

PanoramicaMucho se  ha comentado sobre los posibles problemas de salud del Boss. “Tiene dolores en la espalda”. “Está un poco más viejo”. “Ya no corre por el escenario como antes y está más lento”. Vi muy poco de eso ayer en Barcelona. Lo que vi fue a un Springsteen enérgico, con ganas de entregarse, como es habitual, muy a gusto sobre el escenario y aparentemente contento. La E Street Band toca como nunca. O como siempre, según se vea.

Poco se puede decir de los directos de Bruce que no se haya dicho ya. Consigue meterse al público en el bolsillo sin demasiado esfuerzo. Springsteen nos hizo un regalo en 1999 con el Reunion Tour y todavía lo estamos disfrutando. Si todo se mantiene como ayer, hay Bruce y E Street Band para rato. Y ojalá que dure muchos, muchos años. En los conciertos, como ocurre en The River o en la vida, ríes, bailas, cantas, lloras, gritas y te emocionas… Springsteen simplemente intenta hacernos más felices. Y lo consigue.

Barcelona… «You’ve just seen the heart stopping, pants dropping, house rocking, earth quaking, booty-shaking, Viagra-taking, history-making, le-gen-da-ry… E – Street – Band!»

Repertorio concierto Barcelona
Fotos: S.Trepat/J.Aguilera-Point Blank

Documental The Ties That Bind: Conversación consigo mismo

acousticpor Miguel Martínez

Casualmente, la aparición de la caja de ‘The River’ me ha pillado leyendo “Esperanto”, de Rodrigo Fresán. Digo casualmente porque un par de párrafos de ese libro expresan cosas que vienen muy a cuento para captar el sentido de lo que cuenta Bruce en el documental -para mí, apasionante- de esta reedición con extras. En uno se apunta: “Tuviste la mala suerte de crecer con la televisión en colores. Cuando yo era joven la televisión era en blanco y negro y no costaba demasiado pensar que todo no podía pasar por ahí. Porque era una tosca imitación de la realidad. No buscaba suplantarla…”. Y en el otro párrafo, que empieza diciendo “¿sabes lo que pasa? Vos sos de la era del CD y yo soy de la era del LP. Vinilo. En mi tiempo todo tenía un lado A y un lado B. Como el yin y el yang”, se recuerda que “la cuestión estaba en que había que trabajar. Había que levantarse para dar la vuelta al disco y darse vuelta uno. Había que dar vuelta a un disco que los músicos se había tomado el trabajo de concebir a partir de una estructura, de un lado A y de un lado B. Ahora todo es igual. En los CD todo va seguido. No hay orden y siempre está el shuffle o el repeat all. No hay un crescendo y no hay pautas para reflexionar acerca de lo que fue y acerca de lo que vendrá. Ahora todo se reedita con tomas descartadas y bonus tracks que debilitan la idea de algo sólido, armónico y coherente. La idea de un principio y un final necesaria (…) a veces la ayuda de un principio y un final sirve porque, alguna vez, en algún momento, ciertas cosas tienen que terminar…”. Los lazos que ataban.

Captura35Durante casi una hora, Springsteen relata, en una conversación consigo mismo, por más que mire a la cámara o a nosotros a través de ella, cómo nació y creció su cuarto disco. Aquella lucha sin cuartel, componiendo, grabando demos solo en aquella casa de Telegraph Hill Road, enseñándoselas luego a la banda, descartando el resultado, se titulase “Night Fire”, “Under The Gun” o “The Man Who Got Away”, que no le llevaban al álbum adonde quería ir, volviendo a empezar de nuevo, buscando algo. Un algo que era su voz adulta, la que había empezado a desarrollar en “Darkness On The Edge Of Town”, para a partir de ella crear una comunidad de personajes que lo reflejasen a él, con su edad, y a su familia, y también las fuerzas sociales que habían moldeado la historia de los suyos. Un algo que debía mover sus canciones hacia el “mainstream” y las preocupaciones que percibía en la música más vieja que el rock que tanto escuchaba aquellos días, como era el country de Roy Acuff, Johnny Cash, George Jones, Tammy Wynette. Un algo que debía mezclar esa sensibilidad con la excitación de su banda. Un algo que se enfrentara al éxito y el fracaso de las relaciones personales, ese gran misterio para él entonces, que vivía solo por y en la música. No quería ser un mero observador y quedarse “outside looking in”, deseaba involucrarse en lo mundano. Necesitaba algo que le diese coraje suficiente para alejarse de sus inclinaciones más oscuras y no perderse en ellas. “Una vida creada, una vida imaginada, no es una vida, es solo algo que has creado. Una mera historia. Pero una historia no es una vida. Una historia es solo una historia”.

Bruce desgrana eso en el documental con un diálogo que es monólogo, porque su voz es la única que se escucha. Su voz y unos silencios en los que se ensimisma, escarbando en el pasado, en 35 y 36 años atrás, para recordar cómo se esforzó, con la ayuda de su “Rat Pack” particular, aquella E Street Band que asistía estoica a la búsqueda del nuevo santo grial, cada vez más sofisticada, más llena de recursos -pequeño homenaje incluido a Danny Federici y su Hammond B3 en “Hungry Heart”-, más su prolongación, hasta que por fin apareció la canción “The River” y abrió la compuerta al nuevo mundo, a aquel algo que perseguía: y llegó la comunidad de personajes, la voz adulta, también con implicación política, la autobiografía emocional. Ese tema lo interpreta en directo en la película, en el jardín, y lo hace como si lo cantase hacia dentro, o para él, igual que ocurre con el resto de los que toca, dos más en ese mismo lugar, “Two Hearts” e “Independence Day”, y tres en una cocina, “Point Blank”, “Wreck On The Highway” y por último “The Ties That Bind”. Entre una y otra nos va relatando la manera en que fue creciendo el proyecto en su cabeza, desde que comprobó que “The Ties That Bind”, el que iba ser el disco inicial, sencillo, no le parecía “lo suficientemente grande” porque no podía contener todos los colores y sentimientos que quería meter en él. No fue hasta que se decidió que el álbum sería doble que se hizo la luz y ya hubo espacio para baladas y rock de banda de bar, para las canciones del palo Steve Van Zandt (más ruidosas) y las del palo Jon Landau (más formales), los dos produciendo, mientras Springsteen se situaba en el medio y entre los tres se inventaban antídotos contra la esterilidad de algunas grabaciones de la época. Para así sonar como las de Gary US Bonds y The Dave Clark Five, para así mostrar todo el espectro de su directo -la respiración, la profundidad-, para así componer pasajes específicos donde Clarence Clemons y sus solos clásicos evocasen los discos de Dion.

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En las cuatro piezas finales, “Ramrod”, “The Price You Pay”, “Drive All Night” y “Wreck On The Highway”, Bruce nos cuenta que el epicentro son los adioses, cada una afrontándolo a su manera. Las despedidas. Las pérdidas. No hay “happy ending”. Afirma que escogió para el punto final esa pequeña gema que es “Wreck On The Highway” porque quería dejar al oyente pensando en la muerte. “Todos hemos perdido familiares, compañeros. Alguien está ahí y de repente ya se ha ido”. Todo un golpe de efecto, bajar así el telón, “in a very real way”, que nos conduce al principio de este texto. Porque “The River” no quiere ser una tosca imitación de la realidad, ni suplantarla. Va más allá de esa idea estética. Porque en “The River” el reloj que dicta nuestros segundos aquí, que son finitos como bien sabemos a partir de una edad, suena y lo notas. Porque en “The River” el lado A y el lado B te van marcando la pauta para reflexionar acerca de lo que fue y de lo que vendrá, con una secuencia de canciones que refuerza una idea (sólida, armónica y coherente) de un principio y un final. Porque en algún momento ciertas cosas tienen que terminar.